PARTE II: LOS CARACTERES FÍSICOS DE LAS RAZAS CHILENAS La tarea que proponemos hacer la hemos tomado con mucha difidencia, reconociendo lo difícil y escabroso que ha de ser, y la gran divergencia de opinión que puede haber respecto de cualquiera conclusión deducida. Hemos tropezado desde el principio con la casi absoluta falta de material, y por la mayor parte hemos tenido que concretarnos á los resultados de nuestros estudios personales; y, el examen de las pocas colecciones antropológicas que estaban á nuestros alcance. Durante los quince años que hemos dedicado á estos estudios en Chile, nos hemos conformado con la recolección de datos y materiales; sin atrever jamás á generalizar; y si ahora hemos comenzado á clasificar la materia recogida, era con criterio libre y sin haber formado juicios preconcebidos, no sabiendo á qué conclusiones llegaríamos. Para principiar esta labor contamos con el examen personal de más de 700 cráneos; una gran proporción de ellos antiguos; y casi todos procedentes de las sepulturas indígenas de las distintas regiones del país. Además hemos tenido la oportunidad de medir varios centenares de individuos vivos en nuestras excursiones al norte y al sur de la República. Debemos dejar constancia también del uso que hemos hecho de los datos proporcionados por los pocos escritores nacionales y extranjeros que han tratado de este tema, cuyos trabajos citamos al final. Como observamos en otra parte, la única clasificación de las razas chilenas hecha hasta la fecha, ha sido basada sobre la lingüística; clasificación que no se puede admitir hoy día como definitiva; pues el mismo idioma puede ser común á distintas entidades étnicas. La base principal de nuestro estudio es la craneología; no porque creemos que sus resultados son absolutos, sino porque tomado en conjunto con otros caracteres somatológicos, ofrece uno de los mejores criterios para distinguir las distintas razas ó sub-especies de Darwin, unas de otras. En este trabajo empleamos continuamente el término raza, para distinguir los distintos grupos étnicos, cuyos caracteres físicos son suficientemente marcados para establecer un tipo general diferente de los otros grupos vecinos. Observamos, sin embargo, que no queremos dar á entender que estas diferencias son lo bastante fundamental para autorizar la opinión de distintas especies. No hemos querido emplear la palabra sub-raza, aún cuando ésta expresa mejor la intención, por hallarla demasiado vaga Aún cuando no pretendemos resolver el problema último de los orígenes de las razas indígenas que habitan y han habitado el territorio en tiempos lejanos, creemos que no está demás, si podemos arrojar un rayo de luz sobre esta oscura cuestión; y agregar nuestra pequeña ofrenda al cúmulo de conocimientos que precisa la determinación de la antropología chilena. Muchos antropólogos han llegado á concluir que los resultados de la craneología son de poco valor, frecuentemente contradictorios, y conducen al desengaño. Creemos, sin embargo, que esto es efecto más bien del sistema adoptado, y no do los datos adquiridos. En todas partes del mundo números considerables de cráneos han sido examinados, medidos y fotografiados. Las deducciones sacadas son frecuentemente erróneas ó confusas. Esto procede á veces por falta de criterio ó preparación de parte del observador; pero frecuentemente de la exigüidad del número de ejemplares estudiados, como también de la gran variación en tipo entre los cráneos hallados en un solo lugar. Considero que es muy previo hacer generalizaciones; y que es solo después de la recolección, descripción científica y clasificación sistemática en edades históricas y geológicas, que llegará el tiempo cuando se puede principiar á presentar conclusiones. Ha sido costumbre juzgar y tratar de clasificar cada pequeña serie encontrada, independientemente. Como resultado han llegado las contradicciones y errores. Debe prescindirse de toda deducción apurada y conformarse con acopiar datos, que serán clasificados por futuros estudiantes cuando el tiempo sea oportuno. En nuestra idea debe principiarse por el estudio de las razas y tipos existentes, notando los caracteres más persistentes entre ellas, dejando establecido los resultados en forma tabulada y descriptiva. La descripción sobre todo es de importancia, pues expresa mucho más que meras columnas de figuras ó cifras. Las peculiaridades de cada tipo deben ser descritas prolijamente, las tendencias hereditarias y locales notadas, y la proporción de cada carácter distintivo en relación del total apuntado. Establecida esta base, debe seguir en cuanto sea posible el pasado arqueológico de cada uno de los tipos distintos, para establecer la época de su llegada y su procedencia. De esta manera poco á poco se consiguen los datos necesarios para establecer cuál de los tipos presentes fué el que llegó primero á una región cualquiera. Por idéntico sistema, se proceda con los países y continentes, llegando el día en que puede saber el tipo primitivo y de qué manera han resultado sus variantes. De ahí sería más fácil resolver el gran problema de orígenes, y dejar más clara la cuestión de monogenesia ó poligenesia. Indudablemente pasarán muchas generaciones antes que se pudiese producir resultados de tanta importancia; pero en nuestra opinión es la única manera; y si, cada uno por su lado, paleontólogos, geólogos, antropólogos, etnólogos y arqueólogos, siguen adelante, cada uno en su esfera, concretándose más á la recolección y clasificación de datos, sin perder tanto tiempo en teorizar y seguir fútiles y á veces absurdas discusiones, tanto más luego llegaremos á la meta deseada. Principiando por el extremo sur del continente, encontramos tres razas que habitan la Tierra del Fuego y los archipiélagos adyacentes. Son estas, los onas, los yahaganes y los alacalufes, generalmente agrupados bajo el nombre genérico de fueguinos. Onas Los onas habitan el este y noreste de Tierra del Fuego. Acusan una descendencia patagónica; pero es discutible si pertenecen á la nación de los Tehuelches; ó más bien á otra rama de la familia que ocupaba el territorio vecino al Río Negro en tiempos prehistóricos. Los datos precisos sobre la morfología de esta raza son muy escasos. Sabemos que son de alta estatura y corpulentos; y que en general se asemejan á sus vecinos del norte del Estrecho; pero también en algunos puntos se diferencian de ellos. El promedio de la estatura, referida por distintos viajeros, resulta en 1.81 metros para los hombres, y 1.67 metros para las mujeres. Son corpulentos, de anchas espaldas y miembros proporcionados á su tronco. Las únicas mediciones craneométricas que conocemos de estas raza son las que da Hultkrantz de 3 ejemplares hallados por la expedición científica sueca, y de 3 que existen en el Museo de París Son todos dolico-céfalos, con índice cefálico medio de 74.6; akrocéfalos con índice mixto de altura de 88.4; mesósemos y leptorinos, con índice nasal de 45.3. Los cráneos son relativamente voluminosos con una capacidad media de 1487. c. c. En los vivos se nota que la fisonomía es menos agradable que entre los tehuelches; la cara es alargada, angulosa, los pómulos salientes, la nariz larga y delgada y la boca grande. Muchos observadores han encontrado una semejanza marcada entre los tehuelches y los onas. Sin embargo, esta semejanza es más aparente que verdadera; porque los primeros son esencialmente braqui-céfalos, según Ten Kate y Deniker; pero mientras no estemos en posesión de mayores datos los creemos más prudente no pronunciar opinión sobre el parentesco existente entre las dos razas Al mismo tiempo no estamos de acuerdo con el señor Félix F. Outes, quien supone que los onas deben su dolicocefalía á la mezcla habida con sus vecinos los yahganes; puesto que son dolico, y subdolicocéfalos, con índice mayor que los onas; y todavía tenemos que aprender que una raza branquicéfala, mezclándose con otra subdolicocéfala, produzca una netamente dolicocéfala. Yahganes Al sur y al oeste de los onas, en ambos lados del canal de Beagle, encontramos á los yahganes; el pueblo más austral del mundo. Gracias á las expediciones científicas mandadas á los mares antárticos por diversos gobiernos europeos, y las publicaciones de los esforzados misioneros que se han dedicado al alivio físico y moral de los últimos restos de esta desgraciada nación; tenemos datos más precisos sobre esta raza. Hoy, escamente llegan á 300 individuos; la mayor parte de los cuales están domiciliados al rededor de las misiones. Son de pequeña estatura; llegando el promedio de 369 hombres solo á 1,586 mt., y de 160 mujeres á 1.49 mt. Tienen la cabeza voluminosa, con capacidad craneana de 1445 c. c. para los hombres y 1287 c. c. para las mujeres, según Hyades y Deniker. Los tres cráneos medidos por Hultkrantz dieron, respectivamente, 1290, 1360 y 1550 centímetros cúbicos. Son sub-dolicocéfalos. El índice cefálico para 30 cráneos de hombres era 76.78, y para 18 mujeres 77.98 ó para toda la serie de 48 cráneos de 77.3. El mismo índice en los vivos era para 29 hombres 79.6; y para 24 mujeres 79; y en 36 niños de 2 á 15 años 80.64. Para los 53 adultos alcanzó á 79.2. Se nota una tendencia á la escafocefalía. La cara es larga, en forma de losango, y angular. Esta forma se debe á que la frente es relativamente estrecha, baja y huyente, y los pómulos pronunciados. El frontal mínimum es 102 mm., en los hombres y 88 mm. en las mujeres, mientras el diámetro bizigomático es 147 mm., en los primeros, y 12 6 mm. en las últimas. La diferencia entre estas dos mediciones es de 45 mm. en los hombres, y 38 mm. en las mujeres. Los ojos son pequeños, horizontales y oscuros. Las órbitas son cuadrangulares con índice arbitrario en 61 individuos de 87.5, siendo un poco mayor en las mujeres que en los hombres. La nariz es generalmente cóncava, con puente estrecho, alas grandes, ventanillas abiertas y la punta un poco levantada. La «apertura piriformis» es larga y angosta, encontrándose los Yahganes en este respecto entre las razas leptorinas, con índice nasal de 47.4 en una serie de 70 cráneos. La boca es grande y los labios gruesos y salientes; y existe un débil proñatismo subnasal. La barba es pequeña y poco protuberante; los dientes bien alineados y parejos. El cuello es corto, bien torneado, y fuerte; los hombros anchos, cuadrados y un poco altos. El tronco en general es más grande que corresponde á la proporción de las extremidades, que son delgadas y mal formadas. Esto les da la apariencia de ser más altos de lo que realmente son, cuando se les ven sentados. Andando, parecen más bajos, por la costumbre de caminar con el cuerpo echado hacia adelante: con las piernas un poco dobladas. Los brazos son largos en proporción al tronco, las manos y los pies cortos, pero anchos. Las piernas son cortas, y mal hechas, sin pantorrilla señalada: debido á que pasan lo más del tiempo acurrucados á la orilla del fuego, ó en el fondo de sus canoas; y hacen muy poco ejercicio. La misma costumbre hace que la piel de las rodillas, habitualmente estirada forma hondas arrugas, y superficies callosas cuando están parados. Los brazos y las piernas son redondeados y acusan muy poca musculatura. El color de estos indios es entre cobrizo y bronceado, pero difícil de distinguir á causa de la mugre y pintura que los cubre. Las mujeres son un poco más claras que los hombres. El pelo es negro lacio y liso, cayendo sobre la frente y los hombros. Las cejas son oscuras y poco pobladas, y la barba casi nula. Fitzroy dice que el «corpus adiposum» que envuelve el cuerpo, conserva la temperatura necesaria para continuar las funciones vitales y la circulación de la sangre. Es especialmente grueso sobre el abdomen y el dorso; en las caderas forma rollos, y llena los intersticios entre los músculos en general. El epidermis también es más grueso que en la raza blanca Estos dos factores, comunes á todas las razas australes, son los que permiten una vida nómade expuesta á todos los rigores de la intemperie. No sabemos el origen de esta raza, distinta en su físico é idioma á las que la rodean; pero es posible que sea oriunda de la Patagonia; y ha sido empujada hacia el sur por sus más poderosos vecinos. Tiene muchas semejanzas con la antigua raza dolicocéfala, cuyos restos se han hallado cerca de Roca. Dice Deniker que se asemejan más á los botocudos que á cualquier otra raza conocida, no sólo en la forma del cráneo, sino también en otros caracteres como la estatura fisonomía, etc. Alacalufes Los alacalufes, ó alijoolipes ocupan el oeste y norte de Tierra del Fuego, como también las islas occidentales del extremo sur de la república. Casi todos los observadores están de acuerdo en que no pertenecen á la misma raza que los Yahganes; aún cuando sus costumbres y modo de existencia son muy parecidas. Su «habitat» ha extendido sin duda mucho más al norte, probablemente hasta la isla de Chiloé, tanto en las costas del continente como las de los archipiélagos. Su estatura es un poco mayor que las de los Yahganes, con un promedio de 1.62 mt. para los hombres, y 1.487 mt. para las mujeres. Son también más vigorosos y activos. El tronco es ancho en proporción á la estatura, los miembros son torcidos y delgados, debido á su modo de vivir casi constantemente en sus canoas. Los brazos son más largos que las piernas; y en las mujeres más desarrollados que en los hombres, á causa de su mucho ejercicio en remar. La cara es más regular, más redonda y de mejor aspecto que entre los Yahganes. La frente es angosta y retrocedente, los ojos pequeños y hundidos, horizontales, de color oscuro y bastante separados. La nariz es angosta entre los ojos, pero ancha en su extremidad, con las ventanillas abiertas, y un poco prominente vista de perfil. La boca es grande; los labios, sobre todo el inferior, gruesos; los dientes bien alineados y blancos, y duran hasta la vejez. Los pómulos son poco salientes, pero el mentón es grande y protuberante. Tienen orejas pequeñas, algo encorvadas hacia adelante. El pelo es negro, lacio y grueso; tienen poca barba, aún cuando es más tupida que entre los Yahganes. Por lo general arrancan todo el pelo de la cara y cuerpo. En cuanto al color del cutis, son parecidos á los Yahganes, siendo un poco más claros que estos últimos. Sobre sus caracteres osteológicos tenemos pocos datos. Martín, quien estudió los esqueletos de cinco individuos de esta raza que murieron en Zurich, dice que los cráneos eran mesaticefálicos, pero no conocemos las cifras que le sirvieron para sus cálculos. También dice que eran hipsiconchicéfalos, leptorinos y camoprosópicos, con la frente angosta y huyente. Hyades y Deniker, los antropólogos que acompañaron la expedición científica francesa en su misión al cabo de Hornos dan los siguientes datos sobre esta raza. Cinco cráneos masculinos dieron un índice cefálico de 75.68, y los de dos mujeres 78.15. Entre los vivos 8 hombres tenían un índice de 77.48 y 6 mujeres uno de 79.84. Tanto los cráneos como los vivos se encuentran dentro de los límites de la sub-dolicocefalía, con tendencia entre los hombres á la dolicocefalía, como por ejemplo los cuatro individuos vivos citados por Bohr, cuyo índice medio sólo llegó á 75. La cara es más angosta que en los Yahganes, pero el frontal es más ancho, como también los malares y la mandíbula inferior, de modo que no se nota esa forma de losango tan característica de los últimos. De los seis cráneos que nosotros hemos estudiado personalmente, existen tres en el Museo Nacional de esta ciudad. Los otros tres son de nuestra colección. Los del museo nos dieron un índice cefálico de 76.4 y son, por lo tanto, subdolicocéfalos. Los índices respectivos eran 74.4, 76.5, y 78.4. Todos eran hipsiakrocefálicos micrósemos, índice orbitario 83.4; i-leptorinos, índice nasal 45.6 Eran muy simétricos, con curvas suaves; el occipital bien pronunciado, los arcos supraciliarios bastante marcados, y la frente angosta y huyente. El esqueleto de la cara es corto, los huesos de la nariz prominentes, las órbitas alargadas y el paladar largo y de poca altura. Los malares son de regular anchura, pero no protuberantes, y existe muy poco proñatismo, siendo casi recta la cara. A todos los tres cráneos les falta la mandíbula inferior. Los tres que nosotros poseemos proceden, dos de la isla de Dawson, y el otro de la península de Brunswick, cerca del Puerto Hambre; y pertenecen probablemente á esa tribu llamada por los viajeros Pesherai. Presentan pequeñas diferencias á los del museo; aun cuando es preciso tomar en cuenta que dos de ellos son de mujeres. Son más dolicocefálicos. 74.7, con la cara más angosta, el diámetro bizigomático llegando sólo á 119 mm. Las órbitas son más megásemas, con índice orbitario de 93.6. Los demás caracteres son iguales á los de la serie del museo; la frente angosta, la nariz prominente y leptorina, con índice nasal de 44.6; y los cráneos en general hipsiakrocefálicos y simétricos. La capacidad media era de 1232 c. c. El índice cefálico medio de los seis cráneos es 75.6; ligeramente subdolico-cefálico; el índice mixto de altura 89.2, el orbital 88.5, y nasal 45.1. Medina en su Aborígenes de Chile da algunas mediciones de dos cráneos de esta raza, que resultan con un índice cefálico de 73. El resumen de estos estudios nos da los siguientes índice cefálico, para los cráneos de 11 hombres 75.3, y para 4 mujeres 76.4. De esta raza se encuentran restos por toda la costa hasta el sur de la isla de Chiloé, y hay evidencia en prueba de que en un tiempo fué bien numerosa en los archipiélagos de Guaytecas y Chonos. Hemos podido estudiar ocho cráneos de esta región; tres de Guaytecas, tres de Chonos y dos de la isla de Wellington. Los de Wellington y de Chonos eran más dolicocéfalos que los de Guaytecas. Sus índices eran, respectivamente: 74, 74.9, 75.5, en los chonos, y 77.6 y 76.9 en los de Guaytecas. El índice medio de los ocho cráneos era 75.9, subdolicocéfalos. Medina cita el cráneo de un chono cuyo índice cefálico sólo alcanzaba á 69.4. Los de Guaytecas eran más megásemos que los otros, con un índice orbitario de 92; mientras los de Chonos no pasaban de 83.1, siendo, por lo tanto, casi micrósemos. Para este índice toda la serie dió un término medio de 87.5. Eran hipsiakrocefálicos, leptorinos, índice nasal 45 y tenían en general todos los rasgos característicos de los alacalufes de los estrechos del sur. El capitán Wallis halló 32 de ellos, y dice que eran muy parecidos á estos últimos; pero mejor formados. El capitán Fitzroy dice otro tanto, y afirma que sus miembros eran más redondeados, más musculosos y llenos; y que eran de mejor aspecto que los fueguinos. Otros observadores también han notado esta semejanza entre los dos pueblos, y creen que no es aventurado considerarlos como de la misma raza. Al mismo tiempo, no cabe duda de que los antiguos habitantes de las islas Guaytecas habían sufrido algunas mezclas con otras razas. Sus mayores índices cefálico y orbitario, y su menor estatura, 1.55 mt., según Cappinger, lo indican. El elemento extraño venía probablemente del sur de Chiloé. Tradiciones conservadas entre los indios de esta última isla cuentan que los chonos y los chilotes vivían en estado de constante guerra; maloqueándose los unos á los otros; llevando las mujeres y matando los hombres. Ambas tribus eran exogámicos, y así se queda de manifiesto, uno de los factores de las mezclas que notamos en el archipiélago de las Guaytecas. El padre Menéndez también nos informa que los Tehuelches y Puelches de la región de Nahuelhuapi, hacían excursiones periódicas contra sus vecinos de las costas del Pacífico. No es de extrañarse entonces que no hallemos uniformidad completa en esas regiones. El tipo predominante, sin embargo, es el de los alacalufes. Algunos escritores han tratado de establecer la probabilidad de haberse poblado estas regiones desde la Polinesia; pero estimamos que no hay fundamento para una opinión tan temeraria. |