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Las razas de la costa de la provincia de Coquimbo eran distintas de la del interior. Se pueden distinguir tres tipos bien definidos y sucesivos.

El más antiguo era sub-dolicocéfalo, de la familia paleo-americana. Su condición social fué muy baja, encontrándose en una edad de piedra neolítica, ó bien de transición, dedicado á la pesca y á la caza. Habían aprendido los rudimentos de la alfarería, pero las piezas que producían eran de la más ruda descripción. La extinción de este tipo tuvo lugar á una fecha muy remota; ó destruído por los pueblos que llegaron después, ó retirándose más al sur ante su avance.

El segundo tipo, también desaparecido, ó tal vez absorbido en la actual población, era hiperbraquicéfalo. Era mucho más culto que el primero. Sepultaba sus muertos en «túmuli» cónicos. Conocía el uso de metales y había hecho considerables progresos en las artes de la alfarería y del tejido. Entre los objetos hallados en sus sepulturas habían ídolos de greda, cuentas de piedra, agujas de cobre y de hueso, morteros, puntas de flechas, pitos de piedra, cucharas de hueso, cántaros, pequeños lebrillos y platos de greda, anzuelos de cobre, retazos de paño burdo con dibujos de colores vivos, fragmentos de remos y muchos otros artículos. Las puntas de flecha se hacen notar por su variedad y su trabajo esmerado.

No estamos en posición de asegurar que todos los artículos hallados en estas sepulturas, fueron fabricados por el pueblo en cuya posesión fueron hallados. Inclinamos más bien á la idea que muchos de ellos, sobre todo, los de metal, fueron obtenidos por intercambios comerciales, con las tribus más civilizadas del interior; sobre todo cuando algunos de ellos son de un tipo bien definido y característico de los calchaquíes.

Posterior á este pueblo hallamos á otro, mesaticéfalo, cuyos descendientes se encuentran hasta el presente, diseminados en distintos puntos de la costa, en las pequeñas caletas alejadas de los centros de población. Se les llaman Changos por sus costumbres y modo de vivir iguales á los de los verdaderos Changos del norte, pero no son de una misma raza con ellos.

Han ocupado su presente «habitat» por muchos siglos, y á ellos se deben los numerosos conchales de la costa de esta zona, antiguos y modernos, en todos de los cuales los restos representan la misma cultura y manera de subsistir. Todavía se dedican á la pesca y usan balsas de cuero de lobos. Sus habitaciones son de la descripción más primitiva y su ajuar de lo más pobre. Ahora aumentan sus recursos con pequeños cultivos y con la mantención de majadas de cabras.

No podemos decir nada sobre sus orígenes, pero posiblemente representan una sub-raza, formada por dos o más elementos cuya procedencia ignoramos.

Siguiendo hacia el norte llegamos á la Puna de Atacama.

Esta región fué asiento de una numerosa población indígena en épocas anteriores, sobre cuyas causas de desaparición no hay tradición alguna. El señor Alejandro Bertrand opina que fué despoblada desde una época muy anterior al descubrimiento de América por la raza latina. «Así lo atestiguan los numerosos gentilares ó ruinas de los pueblos de infieles que existen todavía en varios puntos de la Puna. Los primitivos pobladores de ese vasto territorio no desconocieron ni las riquezas minerales, ni el modo de aumentar la feracidad del suelo con el abono artificial.»

El Dr. Rudolfo Philippi dice que las numerosas ruinas de pircas y casas, situadas en lugares absolutamente desiertos, y sin agua, son un fenómeno muy singular y sin embargo muy frecuente.

Cuando llegaron las tropas peruanas bajo Yupanqui Inca, estas ruinas estaban en el mismo estado de abandono como ahora.

Los actuales habitantes de la comarea no saben nada de ellas, ni existe tradición entre ellos, que pueda arrojar un rayo de luz sobre la raza que las construyó.

Afortunadamente los estudios arqueológicos han venido á aclarar un poco esta cuestión; y ya no es aventurado opinar que fué una rama de la misma nación á cuya industria se debe la antigua civilización Calchaquí.

Quien lee las descripciones de las ruinas de Catamarca, Jujuy y Tucumán cree que están pintando las antiguas poblaciones de la Puna.

No estamos solos en esta opinión.

El señor Juan B. Ambrosetti ha llegado á las mismas conclusiones. Dice este arqueólogo «Los datos que hemos reunido sobre la arqueología de la Puna son escasos, pero ya suficientes para darnos á conocer y demostrar que sus antiguos habitantes eran de la misma rama calchaquí, de los que ocupaban la Puna de Jujuy, región esta última casi igual á aquella, aunque con mayores elementos. No por eso dejaron los viejos habitantes de la Puna de Atacama de tener comunicaciones con los demás calchaquíes del este y del sur. La identidad de los habitantes de la Puna con los calchaquíes ya fué apuntada por el doctor Moreno, y no es difícil que ellos hayan servido de vínculo entre los Diaguitos argentinos y los chilenos, pues en el territorio de ambas repúblicas hállanse restos arqueológicos que denotan identidad de civilización.»

San Román en su memoria sobre esta región dice: «Iguales ó más idénticas semejanzas ofrecen las construcciones de nuestros antiguos pobladores de la Puna Atacameña, y de la región de los calchaquíes, al oriente de esta altaplanicie, desde Camarca á Tucumán y Salta.»

Los señores Adán Quiroga y Lafone Quevedo han expresado la misma idea. Este último señor opina que antiguamente había una gran raza andina que hablaba un idioma que sería el tronco de todas las lenguas distintas que hoy se notan en esa región.

Los antropólogos argentinos están de acuerdo en afirmar que las naciones calchaquíes, encontradas en Catamarca y provincias vecinas á la llegada de los españoles, no eran las originarias de la antigua civilización de aquella zona.

Dice el señor Adán Quiroga en este respeeto: «Es una cuestión resuelta, qué naciones bárbaras hicieron una gran irupción no hará muchos siglos, las que dieron en tierra con la primitiva civilización de estos valles.»

Cree que esta civilización puede haber sido la kakana, y que los invasores probablemente fueron los calchaquíes. Al mismo tiempo opina que siglos antes de la conquista, el país fué invadido por los araucanos, quienes fueron arrojados posteriormente por los naturales, ó por la irrupción de los cachalquíes.

La craneología acusa haber esqueletos araucanos en el suelo de los calchaquíes; la lingüística geográfica también señala el mismo hecho.

No creemos, sin embargo, que debe imputarse esa invasión á la rama chilena de la raza araucana.Es muy posible que en aquel tiempo, cuando seguían los grandes movimientos entre los pueblos de Sud-América; que las mismas causas que motivaron la migración á Chile de una parte de esta raza, obraban en empujar á otra división hacia el norte.

Es probable que durante este gran movimiento de naciones, las provincias argentinas hayan recibido algún contingente del suelo chileno.

El autor que acabamos de citar dice: «No puede ponerse en duda que los Quilmes de Santa María proceden del otro lado de la cordillera »

Más adelante prosigue: «Sabido es que cuando los Quilmes cruzaron la cordillera, al pisar tierra tucumana, nuestros calchaquíes recibiéronles con las armas en las manos; y que después de reiteradas satisfacciones dieron á los proscritos, hospedaje en sus tierras.»

Estos Quilmes, según los estudios del señor Ten Kate, eran mesaticéfalos.

Serían representantes tal vez de las tribus Olipes ó Atacameños que ocupan los valles más abrigados de la Puna en la actualidad.

El factor más importante en la revolución de los pueblos en esta zona central de los Andes, fué sin duda el cambio de clima. Existen abundantes pruebas de que anteriormente las lluvias eran mucho más frecuentes; porque encontramos ruinas de extensos pueblos, obras de riego, y todo indicio de una población más numerosa, en lugares hoy completamente desiertos é inhabitables. Los antiguos lechos de los ríos y esteros, secos desde hace siglos, llevan las señas de haber sido cauces de caudalosas corrientes.

Participamos la opinión del doctor Francisco Moreno, que la causa probable de este cambio ha sido de origen volcánica.

«La altaplanicie de la Puna está cubierta de una extensión de cerca de 60,000 millas cuadradas, por unas serranías bajas, medio enterradas en las cenizas y lavas de cientos de volcanes, algunos de los cuales se elevan á 20,000 pies, y se hallan aún en actividad.»

Dice que ha examinado muchas de estas llanuras, valles, quebradas y elevaciones; y en todas ha visto pruebas que en otro tiempo han sido pobladas, y que el clima reinante ha sido dulce y templado.

El señor Adán Quiroga resume la cuestión en las siguientes palabras:

«En algún tiempo muy remoto, antes que naciera la lengua general en la forma que á nosotros ha llegado, existió una gran nación, que por lo menos ocupaba toda la región andina de nuestra América, y hablaba un idioma que fué el tronco de que el Cuzco, Kakan, araucano de Chile, y tantos otros dialectos eran ramas.»

Los centros principales de esta raza en Chile eran las orillas del curso superior del río Loa; los bordes de los antiguos lagos que ocupaban las depresiones de la Puna que hoy quedan convertidos en salares; especialmente el de Atacama con el río del mismo nombre que lo alimentaba, y los de Arizaro y Antafaya. También se encuentran ruinas de sus poblaciones en la alta cordillera, donde evidentemente se dedicaban al pastoreo de sus ganados de alpacas, vicuñas y llamas.

Extendía su dominio hasta el río Huasco y el norte de la actual provincia de Coquimbo, donde todavía se hallan vestigios de su ocupación.

Al hablar de las razas actuales de esta zona, es preciso dividirla en dos secciones, una al sur del Loa, y la otra al norte y oriente de dicho río.

Los que habitan la primera son conocidos por los antropólogos, con el nombre de Atacameños, á veces llamados Lipes ú Olipes; mientras en la vecindad del Loa, y en las provincias de Tarapacá y Tacna la mayor parte de la población es aimará.

Los atacameños son con frecuencia confundidos con los changos, pero estos últimos forman una raza aparte, estrictamente pescadora, y no han dejado la costa jamás, salvo tal vez para internarse á las orillas del Loa, cuando su corriente era más caudalosa.

Es posible que estos dos pueblos hayan descendido de un sólo tronco, pero se habrían separado en una época tan remota, y han sufrido tan serias alteraciones que es lícito considerarlos como razas distintas.

Los atacameños, á la llegada de los incas, ocuparon el mismo territorio que habitan hoy día. Hicieron fuerte resistencia á la invasión de su país, y derrotaron las tropas peruanas, estableciéndose por muchos años, el límite sur del imperio en las márgenes del río Loa. Sólo en tiempo del inca Yupanqui fueron vencidos, y pudieron los monarcas peruanos extender sus fronteras hasta el río Maule.

Parece que la parte sur y oriental de la Puna chilena sintió muy poco las influencias peruanas; y que los incas se contentaron con mantener abierto un camino para los correos á Tucumán, y con el establecimiento de una que otra pequeña guarnición para mantener el orden, é impedir incursiones; usando para el tráfico mayor, la calzada construída á través del desierto desde el valle de Copiapó hasta San Pedro de Atacama.

Según los cronistas incásicos la mayor parte de la población era nómade; y recorrían las pampas centrales, desde la cordillera hasta la costa. Eran eximios cazadores, persiguiendo el puma, el guanaco y la vicuña, que les daban pieles para su abrigo, y carne para su alimento.

Seguían un activo comercio con los changos de la costa, y con las naciones más cultias del interior y norte. Los artículos que cambiaban eran charqui de pescado, cueros de lobos y de aves marinas, conchas y otros productos del mar, que llevaban al interior y negociaban por herramientas de cobre, paños tejidos, pieles de guanaco, vicuña y alpaca, maíz, frejoles y coca.

Poco á poco aprendieron los rudimentos de la agricultura, y principiaron á formar centros de población en los valles abrigados y apartados, ocupando los antiguos sitios abandonados por sus antecesores, cuando las condiciones continuaban favorables.

Con la adopción de una vida más sedentaria y las enseñanzas adquiridas de los incas, se dedicaban á la explotación de las minas de oro, plata y cobre; y á la crianza de llamas y vicuñas.