latcham4
Entre el grado 43 y el Estrecho de Magallanes encontramos otras dos naciones diferentes en raza, idioma y costumbres á las ya descritas.

La primera, la tehuelche, conocida también con los nombres de patagones y Poyas, habitaba la región de la cordillera en ciertos puntos donde la naturaleza del terreno les perrnitía dedicarse á la caza de huanacos. Eran nómades y recorrían toda la cordillera y los llanos al oriente, desde el río Negro hasta los estrechos. Con la introducción del caballo extendieron sus correrías, llegando hasta el Atlántico.

Los del norte, entre el río Limay y el río Chupat, se mezclaron mucho con los pehuenches del sur, antes de su expulsión al sur del río de Santa Cruz.

Hablan un idioma muy rudo que no tiene semejanza ninguna con el araucano. Practican la poligamia cuando les es posible, y según Gómez de Vidaurre anteriormente la poliandria era costumbre entre ellos. Dice: «Entre ellos la poligamia es diversa porque las mujeres toman por lomenos dos hombres por maridos.

Probablemente esto refería á ciertas tribus solamente porque otros autores aseguran que las mujeres se hallan en gran mayoría.

En los archipiélagos al sur de Chiloé vivian los chonos. Eran tan vagabundos como los tehuelches, y recorrían las costas, de isla en isla en sus canoas, buscando su alimento de mariscos, peces, animales y aves acuáticas.

Sus únicos sobrevivientes se encuentran en los alacalufes de las islas al sur y al oeste del Estresho de Magallanes.

Tenían su propio idioma, distinto á los de las naciones que los rodeaban.

A ellos se deben los conchales, antiguos y modernos, que se encuentran por las costas australes, y que demuestran su prolongada residencia en esos lugares hallándose en algunos de ellos conchas de mariscos desconocidos en aquellas aguas en los tiempos presentes

Es indudable que en un tiempo esta raza era numerosa y extendida por toda la costa, y que poco á poco ha sido empujada hasta el extremo del continente por las sucesivas invasiones.

Cuando llegaron los españoles, ocuparon los archipiélagos australes, hasta el sur de Chiloé. Según la tradición de los jesuítas, á fines del siglo XVIII estos sacerdotes, ayudados por la fuerza armada, hicieron numerosas expediciones á las islas y obligaron á la mayor parte de los Chonos á internarse á Chiloé, y en algunas de las islas del golfo de Corcovado para facilitar su conversión al cristianismo. Los que pudieron escapar, huían á los canales del sur donde todavía subsisten unos 200 ó 300 de la tribu de los alacalufes.

En Tierra del Fuego todavía existen unos pocos individuos de otras razas dolicocéfalas, los Yahganes y los Onas. Estos forman los pueblos más australes de la tierra, y son probablemente los representantes de dos de las razas más arcaicas de América.

Su estado es de lo más miserable, y son generalmente considerados como los pueblos más bajos en el escalafón de la civilización.

Todas las demás razas conocidas tienen ó han tenido su edad de piedra: éstas apenas han llegado á ese estado. Sus armas, utensilios y herramientas, que poseen en escaso número, son casi todos de hueso, espinas de pescados ó de concha. Las pocas herramientas de piedra que se encuentran en su poder parecen haberlas adquirido de sus vecinos los alacalufes.

Creemos ver en los Yahganes, los descendientes de la antigua raza paleoamericano, que en época muy distante ha poblado todo el continente. Gracias á las publicaciones del misionero el Reverendo Tomás Bridges, quien pasó largos años entre ellos, y los resultados de las misiones científicas francesa, belga y sueca; la etnología de los Yahganes ha llegado á ser muy conocida.

Los Onas se han considerado siempre como rama austral de los Tehuelches ó Patagones, por su estatura, aspecto general y sus costumbres.

Los pocos estudios craneológicos que se han hecho sobre esta raza, tienden á insinuar que son dolicocéfalos.

Si esto se llega á probar, tendremos que buscar sus afines en otra parte y considerarlos como los últimos vestigios de aquella raza cuaternaria descrita por Verneau, como, alta, hipsidolicocefálica y de gran capacidad craneal que habitaba las pampas entre los ríos Colorado y Negro.

No debemos deducir identidad de raza porque encontramos analogías en costumbres, ideas religiosas ó estado de cultura entre dos ó más pueblos.

Estas coincidencias son, por lo general fortuitas ó resultan de evolución que conduce todos los grupos humanos por las mismas etapas y por los mismos caminos. La similaridad del medio ambiente y de las condiciones económicas, acercan las poblaciones de tierrras muy distantes entre sí. El progreso inicial de los pueblos se pareee en todas partes, reduciéndose los hechos á categorías uniformes. Depende en primer lugar, casi exclusivamente, de las condiciones generales del clima y suelo.

En un territorio inhospitalario, como el de Tierra del Fuego, habría sido casi imposible que un pueblo avanzara mucho en civilización.

El cultivo del campo no puede iniciarse ni prosperar más que en aquellos países en que las diversas estaciones son propicias. Los territorios donde las condiciones especiales del clima no consienten más que una vegetación pobre y sólo en determinados puntos, no pueden ser cuna de una raza muy civilizada. Mientras las tribus permanecen en tales regiones, continuarán necesariamente en estado nómade.

Así se explica el cuadro de salvajismo en que han quedado sumergidos por tantos siglos los fueguinos. Fuera de contacto de todo otro pueblo más avanzado, habitando una región donde sólo podían mantenerse míseramente, dedicándose á la caza, y la pesca, sin tener oportunidad ni estímulo para progresar, presentan un estado social tal como podemos imaginar tenían sus antecesores de miles de años atrás.