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ORIGENES PALEOAMERICANOS

Los recientes descubrimientos de la arqueología del Nuevo Mundo, junto a los nuevos métodos científicos para analizar datos, han guiado a nuevas ideas con respecto al origen de los primeros pueblos de América y la fecha de su llegada.

La tradicional teoría sostenía que los primeros americanos cruzaron el puente de tierra desde Siberia a Alaska, cerca de 11.500 años atrás, y siguieron por un corredor libre de hielos, entre las dos enormes sábanas de hielo canadienses (la lorenziana y la cordillerana) hasta alcanzar las tierras no heladas del sur. Aquellos primeros habitantes, cuyos sitios arqueológicos están esparcidos a través de Norte y Sudamérica, fueron llamados la gente de Clovis, denominados así por la ciudad de Nuevo México donde sus aflautadas puntas de lanzas, usadas para cazar mamuts, fueron encontradas por primera vez cerca de 1932.

Ahora hay convincente evidencia de sitios de ocupación humana que datan con anterioridad a la cultura Clovis, incluyendo sitios localizados en Sudamérica. Monte Verde, un bien estudiado sitio localizado cerca de un río en el centro de Chile meridional, que data de 12.500 años atrás. Este sitio contiene los sepultados restos de aldeas, herramientas de piedra (incluyendo grandes puntas de proyectiles bifaciales) y bien preservados vegetales medicinales y cosechables ¿Cómo se las arregló esa gente para asentarse tan al sur en fechas tan tempranas? Una ruta migratoria costera está ahora ganando aceptación, más que la antigua visión de pequeñas bandas moviéndose a pie, cruzando el puente entre Siberia y Alaska, y luego a través del continente. Creciente evidencia sugiere que gente con botes se movió a lo largo de la costa del Pacífico, en Alaska y el noroeste canadiense, y eventualmente Perú y Chile hace 12.500 años atrás (o a lo mejor mucho antes). Evidencia arqueológica en Australia, Melanesia y Japón indican que botes fueron usados tan tempranamente como 25.000 a 40.000 años atrás. Las rutas marinas habrían provisto de abundantes recursos alimenticios, y un movimiento más rápido y expedito que las rutas terrestres. Muchas áreas litorales no estaban bajo capas de hielo durante esa época, proporcionando oportunidades para desembarcar a lo largo del camino. Numerosos y antiguos sitios en el litoral de Canadá, California, Ecuador, Perú y Chile, datan de entre los 10.000 a los 12.000 años de antigüedad. Y muchos potenciales sitios costeros están ahora sumergidos, dificultando su investigación.

Si las gentes de Clovis no estuvieron aquí primero ¿Entonces quién? Las puntas Clovis se encuentran en numerosos sitios de Norte y Mesoamérica, con un significativo grupo más antiguo en el sudeste de los EE.UU. Puntas similares a las Clovis pero sin esa peculiar forma aflautada y fechadas de más de 12.000 años atrás, han sido encontradas en estratificados sitios arqueológicos en el este de Norteamérica, como en Cactus Hill, en el estado de Virginia. Estos hallazgos han sucedido porque los arqueólogos no se están deteniendo en el fondo del nivel Clovis.

Hasta ahora, los científicos no han encontrado afinidades tecnológicas que relacionen Clovis con el paleolítico de Asia. Es más, Europa podría tener los precursores líticos de Clovis. La cultura solutriense del occidente europeo, que data de 24.000 a 16.500 años atrás, muestra una tecnología lítica similar a aquella usada para producir las herramientas Clovis. Las dos culturas también comparten técnicas de tallado en hueso, artesanía decorativa en piedras, la inusual costumbre de enterrar herramientas en escondrijos llenos de rojo ocre, y otras características.

Y en adición a la investigación arqueológica de antiguos sitios humanos, los antiquísimos restos esqueléticos muestran un rango de atributos físicos, que sugieren migraciones separadas de diferentes poblaciones de humanos modernos (homo sapiens sapiens) de Asia. Un puñado de esqueletos humanos que datan de más de 8.000 años atrás, muestran una variación regional, pero como grupo sus cráneos difieren ostensiblemente de las caras anchas, pómulos salientes y bóvedas craneales redondas que caracterizan a los amerindios modernos. Estos antiguos especímenes tienen bóvedas craneales largas y estrechas, con rostros cortos y relativamente gráciles. Dos ejemplos son el Hombre de Spirit Cave, en Nevada, de 9.400 años de antigüedad; y el recientemente descubierto Hombre de Kennewick, encontrado en el estado de Washington en 1996. Los antropólogos físicos ven una gran similitud en estos cráneos con ciertos pueblos del Viejo Mundo como los polinesios, los europeos y los Ainus del Japón. Sólo un antiguo espécimen, el Hombre de Wizards Beach, un esqueleto de Nevada fechado en 9.200 años de antigüedad, cae dentro del rango de variabilidad de los amerindios contemporáneos, una excepción que requiere mayor validación científica. Cráneos con morfología amerindia, aparecen por lo menos unos 7.000 años atrás.

La semejanza de los antiguos cráneos con los polinesios sugieren que una temprana fuente de inmigrantes hacia América fueron las poblaciones del Asia pacífico. Estas poblaciones fueron desplazadas en Asia por la reciente expansión de los modernos Mongoloides (coreanos, japoneses, chinos, etc.) y en América por los ancestros de los recientes amerindios. Qué esqueletos individuales o antiguos grupos específicos estaban directamente relacionados con estas últimas gentes, se ignora. Los antiguos inmigrantes pudieron haber sido reemplazados a través de la competencia o cambiaron a través del flujo genético de los recién llegados. En este momento, los científicos no están desechando la posibilidad de una migración desde Europa.

La evidencia de diversas migraciones hacia el Nuevo Mundo también proviene de la investigación del ADN mitocondrial en los actuales pueblos amerindios. Estos estudios han demostrado consistentemente las similitudes entre los amerindios y los recientes pueblos de Asia y Siberia, pero también una característica americana única, la cual los mismos cráneos antiguos han también mostrado. La evidencia de solo cuatro linajes de ADN mitocondrial, caracterizando cerca del 95 % de todas las modernas poblaciones amerindias, podrían sugerir un número limitado de grupos originarios migrando de Asia hacia el Nuevo Mundo. Sin embargo, recientemente, un quinto linaje de ADN mitocondrial, llamado X, ha aparecido en amerindios actuales y en restos prehistóricos, el cual no parece ser de origen asiático. La primera variante de X fue encontrada en europeos y podría haberse originado en Eurasia. Naturalmente, generaciones de conflictos, matrimonios, enfermedades y hambrunas podrían influenciar la composición genética de los modernos amerindios. Mayor trabajo con ADN mitocondrial, ADN nuclear (que es mucho más representativo del Genoma entero), y la información del cromosoma Y (el complemento, transmitido vía masculiîa, del ADN mitocondrial), permitirá estimar mejor las similitudes genéticas entre el Viejo y Nuevo Mundo, y ayudará a determinar cuando podrían haber compartido un ancestro común.

Los estudios de las lenguas nativas de América han demostrado que son extremadamente diversas, representando casi cerca de doscientas familias distintas, algunas consistiendo de una única lengua aislada. Se espera mayor investigación para reducir este número, pero por el grado de diversidad, se piensa que debió haber requerido decenas de milenios para desarrollarse a través de una combinación de inmigración al Nuevo Mundo; y la diversificación a través de la acumulación de los normales cambios lingüísticos a causa del tiempo transcurrido. La insistencia que esas lenguas descienden de solo tres (o incluso menos) raíces lingüísticas separadas, en una profundidad temporal de solo una docena de milenios, es calificada por la mayoría de los especialistas, como extremadamente imposible. Nuevas propuestas han explorando las profundas afinidades estructurales entre los lenguajes amerindios con los del Asia pacífico. Desenredar la historia lingüística del Nuevo Mundo, resulta en un altamente complejo conjunto de problemas que estarán bajo investigación para los años venideros

En suma, los científicos están examinando la evidencia arqueológica, biológica y lingüística para determinar quiénes fueron los primeros americanos, cuándo arribaron al Nuevo Mundo, y qué pasó subsecuentemente. Nuevos descubrimientos en un campo de estudio, pueden ocasionar reinterpretaciones de la evidencia no solo del mismo campo sino que en otros. No hay duda que los futuros descubrimientos y análisis, ya no atados al límite de Clovis, esparcirán mayor luz sobre la cambiante imagen de la prehistoria del Nuevo Mundo.