hombre

EL HOMBRE DE KENNEWICK

James C. Chatters

Encuentro con un ancestro

El descubrimiento de un ancestro humano diversamente calificado de Hombre de Kennewick u Hombre de Richland, ha iluminado la complejidad de la inmigración humana en el hemisferio occidental y encendido la controversia que podría afectar el futuro de la paleo-antropología de los EE.UU.

Descubrimiento

En julio 28 de 1996, dos jóvenes encontraron un cráneo humano en el río Columbia, en Kennewick, Washington. Aquella tarde fui contactado por el forense Floyd Johnson, para quien conducía exámenes forénsicos en esqueletos. Me reuní con él, en el sitio y ayudé a la policía a recuperar la mayor parte del esqueleto. Durante el mes siguiente, bajo una autorización del ARPA, emitida por el ACE del distrito Walla Walla, recuperé más huesos dispersos por el agua, desde el lodo del estanque. Durante el proceso, mantuve contacto con el ACE, el cual estaba a su vez en contacto con dos tribus indias locales.

Lo completo y la inusualmente buena condición del esqueleto, la presencia de rasgos caucasoides, la ausencia de características definitivamente amerindias, y la asociación con un antiguo asentamiento me llevó a sospechar que los huesos pertenecían a un colono europeo. La primera vez que empecé a dudar esto fue cuando detecté un objeto gris parcialmente cicatrizado en la hoja ilíaca derecha. Escáners revelaron la base de 20 por 54 milímetros de una punta de proyectil aserrada y con forma de hoja del tipo Cascada, típico de la manufactura de la Meseta Meridional, del 8.500 al 4.500 A.C.. Sin embargo, estilos similares fueron usados en muchas partes más de Norteamérica occidental y Australia en el siglo XIX. Y este punto levantó la posibilidad de una gran antigüedad, mientras los caracteres del esqueleto semejaban del siglo XIX. Pero nunca habíamos tenido un individuo antiguo con esas características físicas a excepción de pueblos nativos modernos o un trampero-explorador que había tenido dificultades con pueblos de la edad de piedra durante sus viajes. Para resolver este asunto, el forense ordenó análisis de radiocarbono y genéticos.

Observaciones forénsicas

Yo conduje un examen estándar forénsico y mediciones con la asistencia del estudiante de la Universidad Central de Washington, Scott Turner, y fotografié el cráneo, los dientes y otras patologías. Los antropólogos físicos Catherine J. MacMillan de la Universidad Central de Washington y Grover S. Krantz de la Universidad Estatal de Washington examinaron el esqueleto brevemente. Kenneth Reid, de "Rainshadow Research", me ayudó a identificar la punta del proyectil. Kenneth Lagergren, interpretó las radiografías dentales, y en el Hospital General de Kennewick se escanearon las secciones de los huesos más largos. La datación fue conducida por Donna Kirner de la Universidad de California en Riverside, quien también midió la composición de aminoácidos y los rateos de estabilización C y N. Frederika Kaestle de la Universidad de California, en Davis, intentó la extracción de ADN.

El esqueleto está casi completo, faltándole solo el esternón y algunos pequeños huesos de las manos y los pies. Todas las piezas dentales estaban presentes al momento de su muerte. Era un hombre adulto de mediana edad (40 a 55 años), alto (170 a 176 centímetros), y de constitución longilínea. Había sufrido numerosas heridas, la más grave de las cuales era un conjunto de fracturas en al menos 6 costillas y un daño aparente en la musculatura de su hombro izquierdo, atrofia del húmero izquierdo debido a daño muscular y una cicatrizada herida de proyectil en su pelvis derecha. La ausencia de aplanamiento craneal debido al arrastre de trineos, mínima artritis en los huesos que soportan la mayoría del peso, y el inusualmente leve desgaste de sus piezas dentales, distinguen el comportamiento y la dieta del Hombre de Kennewick de aquellos pueblos más recientes en la región. Un fragmento del quinto metacarpial izquierdo analizado tiene una edad isotópica corregida de 8.140 años A.C. (con una variación de 60 años), o del 7.300 al 7.600 A.C.. Aminoácidos e isótopos estables indican una gran dependencia de pescado anadromo. El ADN estaba intacto, pero dos extracciones parcialmente completas no fueron concluyentes.

El hombre carece de las características definitivas de la sangre mongoloide clásica a la cual los modernos amerindios pertenecen. El cráneo es más dolicocéfalo (índice craneal de 73.8) que braquicéfalo; con el rostro angosto y prognato, en vez de ancho y aplastado. Los pómulos desaparecen suavemente y carecen de una proyección zigomática inferior; el borde inferior de la órbita es similar al superior. Otras características son una larga y gran nariz que se proyecta marcadamente desde la cara, y órbitas altas y redondas. La mandíbula es angulosa, con un mentón pronunciado y firme. Muchas de estas características son definitivamente las de los modernos pueblos caucasoides, mientras que otras, como las órbitas no son típicas de ninguna raza. Las características dentales calzan con el Patrón "Sundadont" de Turner (1983), indicando alguna posible relación con las gentes del sudeste asiático.

Estátus Normal

El 30 de agosto, cuatro días después del asombroso resultado del radiocarbono, el ACE insistió que todos los resultados debían finalizar y que pronto tomarían posesión del esqueleto. Después de publicar su intento de repatriar los restos a una alianza de cinco tribus y bandas - los Umatilla, Yakama, Nez Perce, Wanapum y Colville - el ACE recibió numerosas solicitudes para estudios científicos por parte de ciudadanos, congresistas y antropólogos. Los Colville llenaron entonces una solicitud por separado. Una grupo de muy conocidos arqueólogos y antropólogos físicos hicieron una demanda, sosteniendo que el Acta de Repatriación y Protección de Tumbas Amerindias no se aplicaba en este caso y que buscaban una oportunidad para estudiarlo. La Asamblea Popular Asutru, una religión tradicional europea, también demandó el derecho a determinar si aquel individuo era su ancestro. Los Umatilla, quienes habían encabezado todo el asunto, intentan la re-inhumación inmediata en una locación secreta. Los restos permanecen actualmente bajo custodia federal esperando la resolución.

Lo desconocido y lo inconocible

El descubrimiento de Kennewick, entre otros recientes hallazgos en Nevada, podrían alterar significativamente los puntos de vista convencionales de cómo, cuándo y por quién América fue poblada. Si el ACE persiste es su oposición a permitir estudios adicionales y decide la inmediata repatriación, los expertos perderán la oportunidad de examinar directamente este raro fenómeno. A pesar que lo he estudiado extensivamente y he aprendido mucho sobre su vida, nuestros descendientes - sea cual sea su etnia - perderán la más amplia visión que solo las múltiples perspectivas pueden dar. Los datos que podrían ser usados para tales estudios en base a los actuales huesos, permanecen tan incompletos como este relato. Cuando los restos fueron tomados, aún tenía que tomar fotografías medidas del esqueleto post-craneal, y estaba esperando por equipo especializado para una medición final y completa del cráneo. Más aún, el ADN estaba bien conservado y, si se completaba el análisis especializado de la encima y el detalle de la secuencia, podríamos haber finalmente descubierto la relación de este hombre con otros pueblos de su época y la nuestra. En una visión más amplia, la re-inhumación sin estudios sentaría un precedente que casi bloquearía la oportunidad de estudiar la mayoría de los futuros hallazgos paleo-americanos.

Demasiado, sin embargo, está más allá de nuestro alcance, a pesar de los cambios políticos. No importa por cuan largo tiempo estudiemos al Hombre de Kennewick, nunca sabremos la forma o el color de sus ojos, de su piel o de su pelo, o si su cabello era rizado o liso, sus labios delgados o gruesos; en fin, muchas de las características por las cuales juzgamos la afiliación racial de los vivos. Nunca estaremos seguros de si su herida fue accidental o intencional, qué lenguaje hablaba, o sus creencias religiosas. No podemos saber ni siquiera si él era verdaderamente un ancestro de alguien. Dados los milenios que han pasado desde que él vivió, puede que no sea antecesor de ninguno de nosotros.