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Estudios de ADN con pueblos contemporáneos

Por muchos años, los antropólogos han examinado las relaciones entre el lenguaje, la cultura y las características biológicas de las poblaciones y han estudiado la afinidad - y a veces la falta de afinidad - entre lenguaje y genealogía. Un cierto número de publicaciones científicas recientes han tratado sobre el asunto genético y lingüístico de los primeros Americanos, pero aún es poco claro si los mayores grupos lingüísticos coinciden con las poblaciones biológicas que representan las migraciones ancestrales - un tópico discutido en un artículo del 4 de octubre de 1996, en Science (Referencias, Gibbons).

Las preguntas que los científicos se hacen, incluyen:

1) ¿Cuántas poblaciones ancestrales colonizaron América?

2) ¿Corresponden estas poblaciones a los grupos lingüísticos corrientes?

3) ¿Cómo fue la secuencia de las colonizaciones?

Algunos antiguos datos pertenecientes a estas preguntas llevaron a controversias, y los datos más nuevos no son suficientes para responder completamente estas preguntas. Aún más, los recientes desarrollos añaden más leña a los tópicos involucrados.

Considerando a los Amerindios actuales ¿Qué nos dicen las investigaciones recientes sobre su unidad durante un tan largo período de tiempo?

R. H. Ward y sus colegas anunciaron en un artículo de 1993 que los lenguajes parecían haber cambiado más rápido en los pueblos Amerindios que sus genes (ADN). Ellos sugieren que las diferencias lingüísticas, como aquellas entre los grupos de lenguaje Amerindios y NaDene, no coinciden con las diferencias genéticas. Esta posición tiende a desechar la teoría de las "tres oleadas" de grupos lingüísticamente distintos: primero el gran grupo de lenguaje Amerindio, luego los pueblos NaDene, y finalmente los pueblos Eskimo-Aleutianos (Mammoth Trumpet 7:3 "la evidencia de los hallazgos lingüísticos sobre el antiguo poblamiento de América"). Joseph Lorenz y David Glenn Smith, en un muy bien ilustrado artículo de noviembre de 1996, revisaron estudios sobre ADNmt de numerosas poblaciones en Norte y Sudamérica, examinando la geografía y la familia de lenguaje como posibles factores que explicaran la distribución de las cuatro características genéticas comúnmente estudiadas (descritas como linajes o haplogrupos). Los mapas explicando sus hallazgos son muy útiles para convencer a los lectores de las conclusiones de los autores, que ambos factores parecen afectar la distribución genética de cierto grado, en algunas áreas. La mayor debilidad de la categoría lingüística de "tres oleadas" parece estar en el grupo nominalmente más antiguo, menos específico y más ampliamente distribuido, conocido como Amerindio; los autores (pág. 318) dicen que sus datos "no respaldan" en concepto de Joseph Greenberg sobre "la unidad del Amerindio".

En contraste con la teoría de las "tres oleadas", D. A. Merriwether y sus colegas han apoyado una migración única (o migración desde una fuente única) hacia América. Ellos han identificado nueve tipos básicos distintos (los denominados haplotipos) de ADN mitocondrial. A pesar que las frecuencias de estos tipos resultan diferir entre las muestras de ADN antiguas y modernas en algunas regiones, los nueve tipos están esparcidos por toda América y también existen entre las poblaciones del este de Asia. Los nueve tipos no demarcan las subdivisiones lingüísticas Americanas, y por lo tanto no respaldan un modelo de dos o tres oleadas de migraciones sucesivas.

El descubrimiento de nueve tipos básicos (o incluso más de nueve, como lo sugirió Bianchi y Rothhammer), apoya la idea de una diversidad genética substancial en los originales colonizadores Americanos. Esto contrasta con el modelo de "cuatro linajes" expuesto previamente por otros investigadores como Torroni y Wallace, en su artículo de 1995.

Es más, Merriwether y sus colegas tienden a rechazar Siberia como la fuente de los primeros Americanos, a pesar que su borde oriental enfrenta el mar de Bering. Hay dos razones. Los grupos Siberianos generalmente tienen solo un pequeño set de tipos básicos, y dos de los nueve tipos básicos no aparecen en ningún grupo Siberiano hasta ahora estudiado (por supuesto, los Siberianos tienen otros haplotipos, así como los Europeos y los Africanos). Debido a que sus muestras Mongolas poseen una proporción mayor de tipos básicos que cualquier otra muestra Siberiana, estos autores favorecen Mongolia como un área cercana a la fuente de los Amerindios.

Los hallazgos de genetistas como James Neal y otros, también apuntan a poblaciones Mongolas como parientes de los Amerindios. En un documento de 1994, describieron la distribución geográfica de un virus humano (HTLV II). El grupo de Neel y otros investigadores han encontrado HTLV II en los Amerindios de Norte y Sudamérica, y los Mongoles, pero no en los Siberianos; el grupo de Neel concluyó que la región de Mongolia y Manchuria era con gran probabilidad la fuente de origen de la población básica de los Americanos.

Pero varios puntos de vista existen concernientes al número de fuentes de poblaciones y puntos de origen. En su documento de 1995, Torroni y Wallace expresaron su escepticismo sobre la existencia de más de cuatro haplotipos básicos, a pesar que Forster y otros colegas de algún modo, han modificado su punto de vista ahora. Y otros han permanecido escépticos sobre Beringia como único punto de entrada a América.

Rebecca L. Cann y J. K. Lum han estudiado el ADN de las poblaciones del Pacífico y compararon sus resultados con aquellos en el ADN de los Amerindios. Numerosos "linajes" de ADNmt aparecen en ambas, las muestras del área Pacífico y las Amerindias. Este hallazgo es consistente con dos interpretaciones distintas. O señala la retención de linajes muy antiguos en ambas áreas, o señala un contacto oceánico directo. Cann y Lum argumentan que sus resultados dejan abierta la posibilidad de un contacto marítimo directo (presumiblemente precolombino). En contraste, S. L. Bonatto y colegas consideran la primera posibilidad (un origen Asiático remoto y compartido) como más posible.

Con respecto a la época de la primera colonización de América, los genetistas están lejos de un acuerdo (Referencias, Cann 1994). K. M. Weiss escribió en un artículo de 1994 que una estimación de 22.000 a 29.000 años atrás, por ejemplo, podría efectivamente derivar de un arribo mucho más temprano o mucho más tardío, dependiendo de las presunciones sobre el número de grupos migratorios, su heterogeneidad genética, su tamaño como grupo(s) y otras materias.

Mucha de la reciente investigación de las poblaciones vivientes se enfocan en el ADN mitocondrial (ADNmt), que es heredado primariamente a través del linaje femenino, pero nuevas investigaciones se enfocan en los genes del cromosoma Y, transmitido universalmente de padre a hijo. Los investigadores en Brasil y sus colaboradores (Santos entre ellos) están usando esta aproximación para desarrollar modelos concernientes a las migraciones a América. Ellos reportan que para sus muestras de Amerindios hombres de Centro y Sudamérica, un 78 % tienen la variante del cromosoma Y, llamada haplotipo IIA, mientras solo un 38 % de los hombres Muskoke (Creek) de Oklahoma tienen la misma variante. Los investigadores atribuyen la baja frecuencia de este último grupo al mestizaje, presumiblemente con gente de Europa, de los últimos siglos. En contraste, solo un 10 % de los Euroamericanos de Brasil tienen el haplotipo IIA. Los autores ven sus hallazgos sobre el cromosoma Y como respaldo de la idea, inicialmente alcanzada en base al ADNmt heredado por vía materna, que los Amerindios de Norte y Sudamérica provienen de la misma población Asiática del Pleistoceno, con el haplotipo IIA siendo el predominante, o único, cromosoma Y básico de las poblaciones Amerindias.

En adición a los genes del ADNmt y del cromosoma Y, los alelos HLA (variantes de genes inmunológicos) están siendo usados para estudiar la relación entre los actuales Amerindios y los Asiáticos en un intento de inferir el origen de los primeros. En un reciente informe, un grupo de investigadores japoneses (Bannai entre otros) compararon los alelos HLA en los pueblos Ainu del norte de Japón, con aquellos en los Amerindios y diversas poblaciones Asiáticas. El equipo de Bannai descubrió que los Ainu, quienes se cree descienden de una cultura pre-agrícola de Japón, conocida como Jomon, tienen frecuencias para algunos caracteres de HLA, similares a aquellos de los Amerindios y muy diferentes a aquellos de la mayoría de la población Japonesa. Ellos llegaron a la conclusión que los Ainu y los Amerindios tienen ancestros en común. Como el artículo arguyendo sobre un origen Mongol de los Amerindios, este es convincente con respecto a la posibilidad de un origen común, pero no responde la pregunta sobre dónde esos ancestros comunes vivían antes que divergieran.

Los ancestros de los Ainu pudieron haber estado en Japón durante 10.000 años ¿Pero dónde estaban antes de eso? ¿Dónde vivían los ancestros de los actuales Mongoles, hace 10.000 o 20.000 años atrás? Estas preguntas deben ser hechas para trazar los movimientos de las primeras migraciones a América, y para responderlas, los estudios sobre el ADN antiguo podrían resultar de gran utilidad.

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