ace

RESTOS DEL DÍA
(CUERPO DE INGENIEROS DEL EJÉRCITO - ACE - Y EL HALLAZGO ARQUEOLÓGICO)

John J. Miller (Mar 8, 1999)

La política entierra un hallazgo arqueológico clave

Cuando el Cuerpo de Ingenieros del Ejército no pudo hacer que uno de los más excitantes descubrimientos arqueológicos de Norteamérica fuera silenciado, decidió ejecutar una masiva operación de encubrimiento. Primero, literalmente arrojó 500 toneladas de roca y gravilla desde helicópteros sobre el sitio del hallazgo en el río Columbia. Luego el ACE cubrió las orillas del río cerca de Kennewick, Washington, con más de 300 toneladas de lodo y troncos. Finalmente plantó miles de árboles sobre el terreno así fabricado, alguna vez una lodosa playa. "El ACE destruyó lo más posible y lo más rápido posible", dijo el geólogo Tom Stafford. "Fue como si arrojaran una bomba nuclear".

Un grupo de científicos trató de detener al ACE. Dos demandas fueron hechas. Incluso el congreso se vio envuelto. Pero el ACE - seguramente actuando bajo las órdenes de la Casa Blanca - siguió adelante. Y mientras sepultaban el lugar, el pasado abril, un grupo de activistas amerindios observaban con aprobación, escuchando el ritmo ceremonial del tambor tribal. La batalla por el Hombre de Kennewick, como los antiguos restos humanos encontrados a un costado del río Columbia han sido popularmente conocidos, se han convertido en una célebre causa para ambos bandos. A pesar que el Hombre de Kennewick representa una oportunidad invaluable para aprender sobre las antiguas migraciones al nuevo mundo, sus huesos están permanentemente ocultos y sin examinar en un museo, víctima de la negligencia consciente, la ineptitud burocrática, y la intervención política.

En julio de 1996, dos escolares caminaban por el río cuando divisaron una calavera humana sobresaliendo de la tierra. Ellos contactaron a la policía, y esa tarde el experto forense local James Chatters fue llamado a recoger los restos. Los huesos lucían recientes, dijo Chatters, pero la tierra pegada a ellos sugería que habían estado en el lecho del río por largo tiempo. De regreso a su laboratorio, le llamaron la atención los caracteres caucasoides del cráneo. "Creí que había encontrado a un antiguo colono europeo", dijo. El forense del condado requirió el uso del radiocarbono para su fechación. Los asombrosos resultados: el esqueleto, casi en un 90 % completo, tenía cerca de 10.000 años de antigüedad.

Se suponía que eso no debía suceder. El Hombre de Kennewick no lucía como un moderno indígena americano. Su cráneo era más alargado que corto, y su rostro era angosto y prognato, en vez de ancho y aplastado. Él carecía de otras características, como los incisivos en forma de paleta, que generalmente se asocian a los pueblos mongoloides de Asia, que convencionalmente se cree poblaron Norte y Sudamérica. Incluso algunos grupos han erróneamente sugerido que el Hombre de Kennewick era blanco. Pero nadie conoce el color de piel del Hombre de Kennewick, o algo más sobre ese asunto. La única cosa segura es que sus restos muestran que la original colonización del hemisferio occidental fue más complicada de lo que una vez se imaginó. Y eso molesta a una bulliciosa minoría de activistas amerindios.

Antes que los investigadores pudieran conducir una investigación sobre el Hombre de Kennewick, el ACE requisó los restos. Ellos actuaban en representación de cinco tribus locales, las que clamaban su derecho a los huesos bajo el Acta de Repatriación y Protección, pasada por el congreso en 1990. Los indios querían re-inhumar al hombre de Kennewick, y el ACE los dejaría. "Por nuestras historias orales, sabemos que nuestra gente ha sido parte de esta tierra desde el comienzo de los tiempos", explicó Armand Minthorn de los Umatillas. "No creemos que nuestra gente hubiera emigrado hacia aquí desde otro continente, como los científicos dicen".

Los científicos, por supuesto, siempre han creído que los indios americanos descienden de pueblos que cruzaron el puente de tierra sobre el estrecho de Bering. El Hombre de Kennewick necesariamente no desafía la fuente asiática, pero él habla de la fascinante complejidad de la antigua demografía. Los restos apuntan potencialmente a un tumultuoso y violento pasado que contradice la imagen ecológicamente sensible y de pacíficas víctimas de la conquista blanca de "Danza con lobos".

El ACE rápidamente aceptó las demandas de los indios, a lo mejor porque estaba ansioso de usar los restos como moneda de cambio en sus constantes negociaciones sobre un tratado de pesca del salmón, disposición de residuos y otras materias con las tribus. Es más, un memo interno que circuló en esa época menciona el todopoderoso incentivo político del ACE, para ceder a las demandas tribales: "Todo riesgo para nosotros parece estar asociado con la no repatriación de los restos".

Pero no fue así. El ACE cayó bajo duras críticas de la comunidad local, y en forma creciente, de la media nacional. Ocho prominentes científicos demandaron al ACE el derecho a estudiar los restos, y un juez detuvo los planes de dar el Hombre de Kennewick a los indios. Varios meses más tarde, él ordenó al ACE reevaluar sus acciones, y pareció que los científicos al fin iban a conseguir lo que tanto añoraban. Entonces los restos fueron víctima de una terrible mala manipulación, e incluso sabotaje.

El primer mal signo fue el plan del ACE de "preservar" la ribera donde el Hombre de Kennewick fue descubierto, sepultándolo bajo cientos de toneladas de ripio. Voceros del ACE alegaron que necesitaban protegerlo de la erosión. Esto atrajo la atención del representante republicano Doc Hastings, de Washington, quien había seguido el caso en la prensa y había vivido cerca del sitio en cuestión. "Esa parte del río ni siquiera es un rápido, es parte de un lago tras una represa", dijo. "No hay erosión significativa". En una ironía más, el propio grupo de investigación del ACE advirtió contra el intento de "estabilización".

Hastings preparó un decreto de apropiación para prevenir más movimientos del ACE. Un discurso similar pasó al Senado, y en marzo 31 de 1998, el ACE dijo que no tocaría el lugar. Al siguiente día, sin embargo, el Congreso salió de sesiones sin reconciliar los dos decretos. Al cierre del asunto, Hastings recibió información del teniente general Joe Ballard que el ACE continuaría con su operación de ripiado. En dos semanas, el sitio del Hombre de Kennewick y los secretos que aún estuvieran allí, quedaron sepultados bajo una pila de escombros. En documentos del ACE, se incluye un carta, fechada en noviembre 28 de 1997, al Servicio Nacional Marino de Pesca, que habla de "la preocupación de la Casa Blanca" que motivó la dudosa ejecución del plan de control de erosión del ACE. Nadie de la administración Clinton, sin embargo, puede explicar la naturaleza de su "preocupación".

Para entonces, el mismo Hombre de Kennewick comenzó a desaparecer. Antes que fuera transferido al museo Burke de Seattle, en otoño, el ACE lo había mantenido en un pobre estado de conservación. El Hombre de Kennewick era un verdadero "esqueleto en el closet", y el propio informe del conservador del ACE, notaba que incluso algunos fragmentos eran mantenidos en bolsas de papel. Mientras tanto, el ACE había permitido secretamente a los indios, ejecutar sus ceremonias religiosas con los restos. Incluso peor, en documentos de la corte hechos en mayo último, el ACE reconoce que una porción de los restos fue "desafortunadamente entregada a las tribus". Los restos fueron enterrados y ningún intento ha sido hecho para recuperarlos.

Finalmente, durante un inventario en octubre, Douglas Owsley del Instituto Smithsoniano descubrió que más piezas faltaban. Los dos huesos del fémur - valiosos para los investigadores porque revelan estatura, edad y otras importantes características - habían sido encontradas originalmente en seis fragmentos, pero solo uno de cada fémur quedaban. Un furioso Owsley describió la situación como un "acto deliberado de destrucción". El Departamento del Interior, que luego del ACE, asumió la responsabilidad por el caso, el último año, dijo que conduciría exámenes sobre el Hombre de Kennewick dentro de las dos semanas siguientes. Pero los científicos se preguntan cuánta información se ha perdido para siempre.

Ellos esperan que el Hombre de Kennewick finalmente no siga el mismo camino de la denominada Mujer de Buhl, de cerca de 11.000 años de antigüedad, y cuyos restos fueron re-inhumados por la tribu Shoshone-Bannock en Idaho, sin mayores exámenes. De acuerdo a los científicos que tuvieron limitado acceso a sus huesos, ella habría tenido características similares al Hombre de Kennewick. Y está el caso de la momia de 9.400 años de Spirit Cave, en Nevada. Otro antiguo esqueleto con características caucasoides cuya extensa examinación ha sido detenida por el Bureau de Administración de Tierras.

Restos de esa edad son extremadamente raros, convirtiendo a cada uno en un invaluable descubrimiento para los científicos que los han visto. Y a causa de fiscos como los del Hombre de Kennewick, sin embargo, puede que no quede nadie que haga esa investigación en el futuro. A Robson Bonnichsen de la Universidad Estatal de Oregon le preocupa que los estudiantes graduados no quieran estudiar la prehistoria norteamericana por los problemas legales que eso acarrea. "Vamos a perder gente joven muy talentosa", dice. "Nuestra habilidad para saber lo que sucedió en el pasado, desaparecerá".

Y ese parece ser el punto en cuestión.