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Hombres Invisibles

Una opinión sobre "Pavimentada de buenas intenciones: el fracaso de las relaciones raciales en la Norteamérica contemporánea" por Jared Taylor (Carroll & Graf, 416 págs., $22.95)

Por Peter Brimelow, editor principal de Forbes
De la revista National Review, 18 de enero de 1993

¿Era el asaltante negro? Preguntó mi esposa solidariamente. Como una canadiense recién arribada a Manhattan, ella honestamente no sabía que eso nunca debías preguntarlo. Su interlocutora, descolocada en medio de la historia del crimen, admitió que sí. Luego rápidamente se justificó: por supuesto - dijo - eso no significa nada. Sin embargo, aparte de ser canadiense, mi esposa era y aún en algún aspecto, irremediablemente inocente. Y ahora estaba realmente asombrada, "¿Pero no son la mayoría de los asaltantes de Nueva York, negros?" preguntó. Su interlocutora estaba molesta. "No creo eso", respondió secamente.

El mayor y único poder de "Pavimentado de buenas intenciones" de Jared Taylor es su masivo e implacable derribo de este tipo de negación histérica, que generalmente paraliza toda discusión sobre las relaciones raciales en Norteamérica. Considerado en su totalidad, este logro hace de su libro el más importante publicado sobre el sujeto en muchos años. En esta área, la experiencia demuestra que no es suficiente ser asaltado por la realidad. Las citas son aparentemente necesarias también. Y Taylor proporciona 1.339 de ellas, recopiladas de una sobresalientemente amplia lectura de fuentes contemporáneas.

De esta manera, efectivamente es cierto que los negros cometen la mayoría de los crímenes violentos de Nueva York. Incluso una década antes que mi esposa arribara a Manhattan, para inicios de los 70's, los negros ya componían el 60 % de los arrestados por crímenes violentos, pero solo eran el 20 % de la población de la ciudad. Y más recientemente, por ejemplo, los hombres negros han sido responsables por más del 85 % de las felonías cometidas contra los taxistas de Nueva York, y así como 17 de los cuales han sido asesinados cada año.

A nivel nacional, los negros - a pesar de ser solo el 12 % de la población - concentran el 64 % de todos los arrestos por crímenes violentos y el 71 % de todos los arrestos por robo.

¿Pero no es esto porque la policía es racista?

Aparentemente no. Taylor atrapa y extirpa todas esas infinitamente piadosas excusas, que por tanto tiempo han substituido el pensamiento en el discurso político Norteamericano. En este caso, por ejemplo, él comprueba por medio de un análisis estrechamente razonado, basado en informes testimoniales y patrones de arresto por robos, violaciones de tránsito y ebriedad, que los policías de todas las razas son, sino todos, mucho más cautelosos con los criminales de una raza diferente a la suya (lo que, por supuesto, es lo que uno podría esperar, dadas las actuales presiones políticas).

Tampoco es la disparidad causada por agentes del orden, de clase media, exagerando su atención sobre el crimen callejero. En 1990, los negros eran casi 3 veces más proclives que los blancos, a ser arrestados por crímenes de cuello y corbata como estafa, falsificación y enriquecimiento ilícito. Y, final y conclusivamente, los mismo negros son responsables por el 73 % de todas las muertes justificadas en defensa propia.

La vasta mayoría de la gente que ellos matan son otros negros.

Un fascinante doble-pensamiento orwelliano permitió a la interlocutora de mi esposa evadir esta realidad - a pesar que en su conducta ella ciertamente tomó en cuenta su vida diaria en las calles de Manhattan. Pero su doble-pensamiento no es un mero autoengaño inofensivo. Como en "1984", esto requiere del constante respaldo de una extraordinaria censura y autocensura.

Los prejuicios de los medios de comunicación, son un sujeto que fácilmente se transforma en algo aburrido para los sofisticados. Pero las inversiones de la verdad aquí documentadas por Taylor, son demasiado extremas como para ser patológicas. De esta manera, él puede mostrar que todos y cada uno de las recientes supuestas atrocidades racistas de los blancos - Howard Beach, Bensonhurst, Rodney King - tienen su analogía de negros contra blancos, que pasaron virtualmente sin publicar, a pesar de ser a menudo mucho peores.

Por ejemplo, Taylor registra muchos años de referencias periodísticas retroalimentadas sobre el feo escándalo de un estudiante blanco de Stanford, que colgó un caricaturesco Beethoven negro en la puerta de un estudiante negro (quien, se supo, había insistido que Beethoven era negro). Una entera industria de "racismo en el campus" surgió sobre el impacto de esa trivialidad ¿Pero quién ha escuchado de los cuatro futbolistas negros de la Universidad de Arizona, tres de ellos con becas, cuyo hobby de golpear a estudiantes blancos solitarios, terminó con ellos en la cárcel en 1989?

¿O del asunto del culto a Yahve basado en Miami, cuyo líder fue condenado en 1992 por incitar a sus seguidores a matar numerosos "diablos blancos" - sin el beneficio de siquiera una fracción del horario estelar de TV dedicado a interminables repeticiones del (deshonestamente editado) vídeo de la golpiza a King.

Esta poderosa combinación de compulsión interna y externa es literalmente capaz de convertir el negro en blanco. Así, en 1987, Tawana Brawley, la adolescente negra que aseveró que había sido secuestrada por una pandilla de blancos, pudo, a pesar de lo crecientemente absurdo de las alegaciones de sus abogados, enfocar la atención del país entero sobre el supuestamente grave asunto de la violación negros por blancos. Pero en efecto, era una completa quimera. En 1988, habían poco menos de 10 casos de violación de negras por blancos - en oposición a 9.405 casos de violaciones de blancas por negros. Taylor informa que los negros parecen ser 3 a 4 veces más proclives de cometer violación que los blancos, y más de 60 veces más proclives a violar a una blanca, que un blanco sea proclive a violar a una negra.

La tormenta de estadísticas de Taylor coloca en perspectiva el punto de vista que los propios negros son las principales víctimas del crimen negro. Esa aseveración es casi cierta. En EE.UU., los negros componen casi un poco menos de la mitad de las víctimas de asesinato. Cualquier persona decente sentirá una particular solidaridad por respetables personas negras que tienden a sufrir los efectos de ambos, crimen negro y la sospecha blanca generada por el crimen negro. Pero su calvario es solo una mera consecuencia - una muy dura - de la crisis en la sociedad negra.

El homicidio es hoy la principal causa de muerte para los hombres negros entre los 15 y los 44 años; 1 de cada 4 hombres negros en sus 20's está o en cárcel, o en libertad vigilada, o en juicio. Sífilis es 50 veces más predominante entre los negros que entre los blancos; los niños negros son el doble de proclives que los blancos, de morir en su primer año de vida.

Y esta crisis negra aún hiere desproporcionadamente a los blancos. Los criminales negros eligen a víctimas blancas en más de la mitad de sus crímenes violentos; el criminal negro promedio parece más de 12 veces proclive a matar a un blanco que viceversa .

La segunda mayor contribución del libro de Taylor es su asalto frontal a la presunción universal que el "racismo blanco" es el culpable de todo. Efectivamente, él propone un examen lógico y positivista: debido a que el racismo es (como él lo demuestra) públicamente ilegal, privadamente indetectable en las encuestas de opinión, y no parece afectar materialmente el estátus económico de los de los negros, una vez que ese estátus es ajustado por la educación y otras variables ¿Entonces en qué sentido existe?

Taylor documenta en inmenso detalle que los EE.UU., lejos de suprimir a sus negros y pobres, efectivamente los subsidia, pública y privadamente, incluyendo más de 2.5 trillones de dólares en dineros federales solamente, desde 1960. Esto, notoriamente, ha hecho poco bien y mucho mal. Y esto difícilmente es el comportamiento de una sociedad racista - a menos que los políticos liberales, los burócratas del sistema social y los académicos estén deliberadamente dedicados a destruir la sociedad negra difundiendo la dependencia y la pobreza.

La verdad nos puede hacer libres. Pero también nos puede enfermar. Mucha gente encontrará incuestionablemente la ruda exposición de Taylor del fracaso negro, más de lo que podrán soportar. Uno es Clint Bolick del Instituto de Justicia, quien ha escrito muy ardientemente sobre los derechos civiles, pero que recientemente reprochó a Taylor en el Wall Street Journal, por desestimar "el continuo impacto del racismo, que la mayoría de los negros enfrentan cada día de sus vidas".

Aceptemos que los negros sufren desprecios ocasionales, crudos sobrenombres y algo de discriminación ¿Pero cuán dañino es esto comparado con las heridas autoinflingidas de la Norteamérica Negra? ¿Y qué provoca este comportamiento blanco? ¿Es el endémico racismo blanco más razonablemente una explicación, por la situación que la endémica criminalidad negra y la nerviosa hostilidad defensiva que produce entre los blancos?

"La Raza es el gran dilema Norteamericano", escribe Taylor, haciendo eco de la famosa investigación de Gunnar Myrdal, "Un dilema norteamericano". Casi 50 años más tarde, la panacea de Myrdal de la integración, la igualdad y la confiada ingeniería social ha sido coronada con el desastre. Estas noticias no podrían ser menos bienvenidas. Es difícilmente sorprendente que ambos, la Izquierda y la (supuesta) Derecha, prefieran aferrarse al mito de una culpable - pero al menos en teoría mejorable - Norteamérica blanca y racista.