Los nuevos enemigos de la ciencia evolutiva

Nota: el siguiente informe de J. Philippe Rushton fue originalmente publicado en Liberty, Marzo de 1998, Vol. II, No. 4, pág. 31-35.

Las decencias y piedades de la época están en guerra con la búsqueda de la verdad

El 19 de enero de 1989, en el Sausalito Room del Hotel Hilton de San Francisco, mi vida cambió para siempre. Me paré ante el estrado hablando frente a un simposio de científicos pertenecientes a la Asociación Americano para el Avance de la Ciencia (AAAS). El título del breve artículo que procedí a presentar en la reunión fue "Biología evolutiva y caracteres hereditarios (referente a las diferencias entre Orientales, Blancos y Negros)".

Revisé la literatura internacional recientemente publicada en publicaciones reseñadas por académicos. Resumí los datos sobre caracteres como tamaño cerebral, temperamento, velocidad de maduración, estructura familiar y variables reproductivas. Concluí tentativamente, hablando a grandes rasgos, que los Asiáticos orientales, en promedio, eran más lentos en madurar, menos fértiles, menos sexualmente activos, con cerebros más grandes y puntajes en CI más elevados que los Africanos, quienes tendían a lo opuesto en cada una de estas áreas. Los Blancos, descubrí, caían en medio de los otros dos grupos.

Luego declaré que esta jerarquía racial ordenada en tres niveles, en tendencias promedio, tenía sus raíces no solo en la economía, cultura, familia y otras fuerzas medioambientales, sino también - en un grado mucho mayor de lo que la ciencia social del establishment sugeriría - a las antiguas y genéticamente influidas fuerzas evolutivas. La herencia, o naturaleza - para usar el término popularizado por Francis Galton, el primo más joven de Charles Darwin - era sin dudas tan importante como el medio ambiente o la alimentación, y a menudo mucho más. Para explicar el patrón racial en tamaño cerebral y otras "variables de historia de vida", propuse una teoría de historia de vida basada en la genética, conocida por los biólogos evolutivos como la escala r-K de estrategia reproductiva. En un extremo de esta escala están las estrategias "r", que enfatizan altos índices reproductivos, y en el otro, las estrategias "K", que enfatizan altos niveles de inversión paterna. Esta escala es generalmente utilizada para comparar las historias de vida de especies ampliamente separadas, pero yo la usé para describir las inmensamente menores variaciones dentro de la especie humana. Hipoteticé que los pueblos Mongoloides son, en promedio, más seleccionados por "K" que los Caucasoides, quienes a su turno son más seleccionados por "K" que los Negroides.

También cartografié esta teoría en la evolución humana. La evidencia genética molecular demuestra que los humanos modernos evolucionaron en Africa en alguna época después de 200 mil años atrás, con una bifurcación Africana/no-Africana sucediendo alrededor de 110 mil años atrás, y una bifurcación Mongoloide/Caucasoide aproximadamente unos 41 mil años atrás. Mientras más al norte las poblaciones migraron "fuera de Africa", más problemas cognitivamente exigentes encontraron como recolección y almacenamiento de alimento, ubicación de refugio, confección de vestuario y crianza exitosa de vástagos durante prolongados inviernos. A medida que estas poblaciones evolucionaban hacia los actuales Europeos y Asiáticos orientales, lo hicieron mutando hacia cerebros más grandes, índices de maduración más lentos y menores niveles de hormonas sexuales con concomitantes reducciones en potencia sexual y agresividad, e incrementos en estabilidad familiar y longevidad.

No declaré haber establecido la verdad de estas hipótesis. Puede que nunca sea establecida en su totalidad. Pero si ellas, o alguna parte de ellas, o incluso cualquier otra hipótesis paralela fueran eventualmente confirmada, tendríamos una explicación del porqué los caracteres medidos están estadísticamente distribuidos entre los grupos raciales, en los evidentes patrones distintos en los datos que he examinado. Las teorías proporcionaron hipótesis comprobables y consecuentemente concordaron con dos metas fundamentales de cualquier ciencia: la búsqueda para proporcionar explicaciones causales de los fenómenos, y la búsqueda para unificar campos separados del pensamiento. Estos poderosos incentivos me llevaron hacia adelante.

Enfaticé dos advertencias en mi presentación ante la AAAS. Primero, debido a que hay una enorme variabilidad dentro de cada población y debido a que las distribuciones de poblaciones se entremezclan, es siempre problemático generalizar desde un promedio de grupo a cualquier individuo en particular. Segundo, debido a que los esfuerzos genéticos son necesariamente procesados por mecanismos neuro-hormonales y psicosociales, muchas oportunidades existen para intervenir y aliviar el sufrimiento. Mi hipótesis golpeó tanto a los organizadores de la AAAS que rápidamente llamaron a una conferencia de prensa para públicamente disociarse de mis aseveraciones. En la conferencia de prensa, el presidente de la AAAS, el Dr. Walter Massey, vicepresidente para la investigación en la Universidad de Chicago, dijo a los reporteros que mis credenciales como psicólogo eran buenas y que los académicos participando en la conferencia eran libres para sacar cualquier conclusión que ellos desearan. Massey afirmó que la AAAS nunca consideraría censurar a ningún estudioso porque la libre expresión de los puntos de vistas era la esencia de la discusión académica. Él continuó diciendo que yo había hecho "un acto de fe bastante aventurado desde los datos hasta las conclusiones" y que él encontraba el artículo "personalmente molesto" y sus conclusiones "altamente sospechosas". La escena era tenebrosamente semejante a la secuencia final del film El Bebé de Rosemary, con los medios de comunicación preparándose para tomar fotografías del demonio recién nacido, con pezuñas enguantadas y ojos rasgados, listo para traer el infierno a la tierra. Estaba a punto de convertirme en un académico paria. Para la época que retorné de la conferencia a mi hogar en Londres, Ontario, y a mi trabajo como profesor de psicología en la Universidad de Western Ontario, el escándalo estaba en pleno auge. "Profesor canadienses provoca escándalo con teorías raciales", proclamó el diario nacional de Canadá, el venerable Globe & Mail. "Teoría racista: profesor deja a académicos enardecidos", declaró el influyente Toronto Star. "Profesor de la UWO niega que estudio sea racista", declaró el local London Free Press. Los diarios tomaron mis puntos de vistas para hostilizar a los grupos de activistas sociales, y obviamente obtuvieron una opinión hostil de ellos. Dijeron que debería ser expulsado por promover el odio. La prensa entonces tomó esta idea para el presidente de la universidad, quien sostuvo el principio de la libertad académica. El subsiguiente conflicto fue alargado durante semanas. Grupos activistas de estudiantes pronto entraron en la refriega, demandando que me reuniera con ellos en un foro público.

El trato televisivo de mis teorías fue entrelazado con fotos mías y filmaciones de las tropas de asalto Nazis. La edición y pausas sonoras quitaron toda mención sobre mi aclaración que las diferencias raciales que yo había identificado eran a menudo bastante pequeñas y que no podían ser generalizadas en todos los individuos, y no mencionaron que como cualquier ser humano decente yo aborrecía las políticas raciales Nazis. Los diarios me caricaturizaron utilizando una capucha del KKK o conversando por teléfono con un alegre Adolf Hitler. El Toronto Star comenzó una campaña para que me sacaran de mi puesto, castigando a mi universidad y declarando que "esta protección de un charlatán en base a la libertad académica es absurda". Más tarde, el mismo diario me vinculó al Holocausto diciendo, "de este modo emergió la perversa psicología de la "raza superior" en el siglo XX, y el horror del Holocausto. Extrañamente, las desacreditadas teorías del racismo eugenésico aún son escuchadas, más recientemente por parte de un académico en la universidad de Ontario". No tuve otra opción que contratar a una prestigiosa firma de abogados y avisar que iba a demandar al diario usando el Acta de Insultos y Difamación. Esto hizo que la campaña contra mi persona por parte de los medios de comunicación, se detuviera.

Leyes contra la Discriminación

En los EE.UU. está la Primera Enmienda para proteger el derecho de cada ciudadano a la libertad de expresión y no hay mucho que el gobierno pueda hacer para silenciar ideas impopulares. En Canadá y muchos países de Europa occidental, sin embargo, hay leyes contra la libertad de expresión, ostensiblemente creadas para inhibir la "discriminación" y la difusión de "falsas informaciones".

Dos semanas después de mi presentación en la AAAS, el gobernador de Ontario denunció mis teorías. Mi trabajo era "altamente cuestionable y destructivo" y "moralmente ofensivo al modo que Ontario piensa", dijo. Esto "destruye el tipo de trabajo que estamos tratando de hacer, o sea unir a la sociedad basados en la igualdad de oportunidades". El gobernador dijo a los periodistas que él había telefoneado al presidente de la universidad y lo halló en un dilema sobre cómo debía manipular el caso. El gobernador dijo que él entendía y respaldaba el concepto de libertad académica, pero en este particular caso el despido debiera suceder "para enviar una señal" a la sociedad que tales puntos de vista eran "altamente ofensivos".

Cuando la universidad no me despidió, el gobernador solicitó a la Policía Provincial de Ontario el que investigara si yo había violado el Código Criminal Federal de Canadá, capítulo 46, sección 319, párrafo 2, que especifica: "Cualquiera que, emita declaraciones, a excepción de la conversación privada, que conscientemente promuevan la discriminación contra cualquier grupo identificable, es culpable de una ofensa penal y es susceptible a ser encarcelado por un lapso que no exceda de los dos años".

La policía interrogó a colegas míos, miembros de la administración y profesores de otras universidad, exigió grabaciones de las entrevistas en los medios de comunicación y envió cuestionarios a mi abogado, las cuales estaba obligado a responder detalladamente (tampoco hay Quinta Enmienda en Canadá). Después de molestarme y arrastrar mi nombre por el suelo durante seis meses, el Supremo Juez de Ontario declinó procesarme y calificó mi investigación de "chifladura, pero no criminal".

Esto no detuvo las acciones legales. 18 estudiantes, incluyendo a 7 estudiantes negros, encauzaron un reclamo formal contra mi en la Comisión de Derechos Humanos de Ontario, aseverando que yo había violado las secciones 1, 8 y 10 del Código de Derechos Humanos de Ontario de 1981, que garantiza la igualdad de trato para todos los ciudadanos de la provincia. En particular, fui acusado de "infectar el medio ambiente universitario con racismo académico". Como remedio, los acusadores sugirieron que mi empleo en la universidad fuera cesado y que se ordenara requerir a la universidad el "examinar su curriculum para así eliminar el racismo académico". Yo estaba furioso. Un ataque así de flagrante al derecho de libertad de expresión era difícil de imaginar en un país supuestamente libre. Los tribunales de "derechos humanos" se estaban volviendo una amenaza - una amenaza directa a cada derecho humano y libertad fundamental que ellos se suponían proteger. La Comisión para los Derechos Humanos de Ontario no pudo cambiar la verdad sobre las razas humanas, más de lo que la Inquisición Cristiana pudo sobre el sistema solar, o de lo que la KGB pudo sobre la genética del trigo. Encontré difícil aceptar el crecientemente obvio hecho que en el mundo post-Soviético, un académico era más libre de decir lo que él creía sobre algunas cosas, en Rusia que en Canadá.

Cuatro largos años después que la queja fuera archivada, la Comisión para los Derechos Humanos de Ontario abandonó su caso contra mí, declarando que ya no podía encontrar a los acusadores para testificar.

Sucesos en la universidad

En sus relaciones con el mundo exterior, la administración universitaria se paró firmemente en defensa de la libertad académica. El presidente dio una conferencia de prensa para categóricamente declarar que no habría ninguna investigación sobre mi, que yo no sería suspendido y que yo era libre de escoger cualquier línea de investigación que escogiera.

Sin embargo, por detrás, me convertí en víctima de una cacería de brujas por parte de algunos de los administrativos. Para mi decepción, mi decano, una antropóloga física, públicamente declaró que yo había perdido mi credibilidad científica y encabezó un ataque contra mí en los diarios. Ella hizo una serie de declaraciones previas haciendo obvia su opinión negativa sobre mí y mi trabajo. "¿Qué evidencia hay allí para este ordenamiento jerárquico de la evolución de las razas humanas?", escribió ella. "Ninguno". Asegurando que sus puntos de vista representaba solo su opinión académica, ella enfatizó que no estaba hablando en representación de su escalafón administrativo. En todo caso, sus cartas fueron ampliamente interpretadas en los medios de comunicación como una refutación por parte de mi "jefe". Por lo tanto, en orden a respaldarme, una persona ahora tendría que ir contra la decano, además de la opinión predominante. Luego, la Directiva de mi Departamento me dio una calificación de desempeño "insatisfactoria", citando mi "insensibilidad". Esto era un descargo asombroso porque ocurrió justo el mismo año en que fue nombrado Socio de la prestigiosa Fundación John Simon Guggenheim. Mis previas calificaciones anuales de los últimos 12 años habían sido "buenas" o "excelentes". Por lo tanto, mi antiguo trabajo libre de controversia me había hecho uno de los académicos más citados en mi universidad.

Debido a que las calificaciones insatisfactorias pueden llevar al despido, incluso para un respetado profesor como yo, apelé a esa calificación a través de numerosos líbelos de quejas, perdiendo una enorme cantidad de tiempo y energía emocional. Los procedimientos que siguieron fueron dignos de Kafka, terroríficos sino simplemente divertidos. Por ejemplo, los procedimientos de queja requerían que primero apelara a la negativa evaluación de la Directiva de Departamento, por medio de la decano. Ella ya había hablado contra mí, por lo que le solicité a la decano que se inhabilitara de participar en el caso. Ella se rehusó. Por lo que tuve que presentarme frente a ella.

Durante mi audiencia, los brazos cruzados y gestos de furia de la decano hicieron su decisión obvia, y seis semanas más tarde, ella respaldó la decisión del Directorio del Departamento. En un documento de siete páginas justificando su decisión, ella lanzó calumnias sobre mi "insensibilidad", y mi sentido de "responsabilidad" y cuestionó si realmente existía "algún" documento que alguna vez hubiera sido publicado que respaldara mi perspectiva, además de aquellos que yo había escrito.

Decidí recurrir a una defensa más drástica. Escribí a mis colegas alrededor del mundo y recibí más de 50 cartas de fuerte respaldo, muchos respaldando la evidencia que yo había presentado. Cuando la decano descubrió esto, se volvió completamente loca, gritando y escupiéndome de rabia en una ocasión.

Eventualmente gané mi apelación contra la decano y la directiva, y dos comités de quejas separados los castigaron por sus acciones en contra mía. Mis calificaciones de desempeño anuales volvieron a recibir grados de "buenas" y "excelentes". Algunos estudiantes radicales y Negros se movilizaron y sostuvieron mitínes, incluso trayendo a un miembro del Congreso Nacional Africano para denunciarme. En una demostración, una muchedumbre de 40 personas apareció en el departamento de psicología, golpeando paredes y puertas, aullando eslógans a través de megáfonos, dibujando esvásticas en los muros y escribiendo en mi puerta "Cerdo Racista Vive Aquí".

La administración respondió sacándome de la sala de clases y ordenándome hacerlas por vídeo con el pretexto que ellos no me podían proteger de la falta de educación de los estudiantes. Nuevamente emití una queja formal. Después de un lapso obligado de clases por vídeo, gané el derecho a enseñar personalmente, a pesar que me vi obligado a recoger el guante de los manifestantes protestando y amenazando. Solo tras numerosas cancelaciones forzosas de mis clases, el administrador advirtió a los manifestantes que si continuaban, ello llevaría a la suspensión y acciones legales. Aquello paró las protestas.

Censura de facto y corrupción académica

Como estudiante graduado de la Escuela de Economía y Ciencia Política de London, en 1973, fui testigo de una agresión física contra Hans Eysenck, quien estaba estudiando la base biológica de la inteligencia y que había recientemente publicado su libro Raza, Inteligencia y Educación (1971). El eslógan del día era que los "Fascistas no tenían derecho a hablar", y Einsenck se transformó en blanco de los ataques. Ningún cargo fue hecho para esta agresión absolutamente pública porque otro popular eslógan en los 60's, para aquellos que aprobaban el mensaje pero desaprobaban la táctica, era que "No hay enemigos en la Izquierda". Historias de asedio e intimidación podrían ser contados por muchos otros que habían tenido la valentía de investigar tópicos que tocaban las bases genéticas o distributivas de las diferencias raciales.

Hoy, muchos radicales de los campus de los 60, son los respetados radicales de los 90. Ellos se han transformado en directivos de departamentos, en los decanos y los representantes de las universidades; veteranos administradores políticos en el Congreso y Parlamento, e incluso en presidentes y ministros de países. La mentalidad de los 60 de paz, amor y sobre todo, igualdad, ahora constituye el dogma intelectual del mundo académico Occidental. Hay leyes que prohiben alguna plataforma para aquellos denunciados como "fascistas" y otros tachados de no ser políticamente correctos.

En su libro, Gentiles Inquisidores, Jonathan Rauch demostró que incluso en los EE.UU. con la Primera Enmienda en funciones, muchos colegios y universidades han instaurado reglamentos "anti-discriminación" prohibiendo - y estableciendo castigos - para "lenguajes y otra expresión" que resulte ser para "insultar o estigmatizar a individuos o pequeños grupos de individuos, en base a su sexo, raza, color, malformación, religión, orientación sexual u origen nacional o étnico" (esto está citado de la política de Stanford, y es más o menos típico). Un caso en la Universidad de Michigan se hizo muy conocido porque llevó a una corte federal a quebrar la regla en cuestión. Un estudiante aseveró, en una discusión en la sala de clases, que él pensaba que la homosexualidad era una enfermedad tratable con terapia. Él fue formalmente disciplinado por la universidad, por violar la política de la escuela y victimizar a personas en base a su orientación sexual.

En Canadá y Europa occidental, los gobiernos pueden y efectivamente prohiben expresiones sobre los tópicos que consideran obnoxious. En Dinamarca, una mujer escribió una carta a un diario calificando las leyes nacionales sobre pareja doméstica, "contra natura" y la homosexualidad "el más horrendo tipo de adulterio". Ella y el editor que publicó su carta fueron escogidos para demanda. En Gran Bretaña, el Acta de Relaciones Raciales prohibe las expresiones que signifiquen odio racial, "no solo cuando es probable que lleve a la violencia, sino generalmente, sobre la base que los miembros de las razas minoritarias deben ser protegidos de insultos raciales". En algunas partes del mundo tú puedes ser encarcelado, exiliado o incluso ejecutado por expresar opiniones prohibidas.

Sin importar la base religiosa o la afiliación política, virtualmente todos los intelectuales Norteamericanos adhieren a lo que ha sido denominado "ciencia de partido único". Por ejemplo, solo las hipótesis políticamente correctas centradas en las desventajas culturales son postuladas para explicar la representación diferencial de las minorías en ciencias. Análisis de puntuaciones en exámenes de aptitud y genética de comportamiento, son tabú. La moralidad barata es tan fiera que la mayoría de la gente respeta el tabú. Esta cobardía intelectual solo da pie a odiosos ataques por parte de grupos de activistas, sobre aquellos que están involucrados en legítimas investigaciones científicas, que demuestran que hay una base genética que subyace bajo las diferencias individuales y grupales.

La elevada predominancia de la ortodoxia igualitarista es tenebrosa. Incluso más terrible de lo que me sucedió a mí es la experiencia de Christopher Brand, profesor de psicología en la Universidad de Edimburgo. El 29 de febrero de 1996, el libro sobre inteligencia de Brand, El Factor g, fue publicado en el Reino Unido por la subsidiaria británica de John Wiley & Sons Ltda. El 14 de abril, informes de diario sobre entrevistas con él empezaron a aparecer diciendo que él pensaba que la gente negra tenía un CI inferior a los blancos, y que esto era probablemente en parte genético. El 17 de abril, la compañía de Wiley en Nueva York denunció los puntos de vista de Brand como "repelentes" y retiró el libro de las librerías. Una tormenta de "refutaciones" de Brand apareció en los medios de comunicación del Reino Unido, bajo irritados titulares. Protestas de miembros del Parlamento, boicots estudiantiles a sus intervenciones y llamados para su despido en la facultad de la Universidad de Edimburgo, obviamente surgieron. El rechazo de Brand a ser silenciado y su defensa de la libertad de expresión le llevó a ser despedido (el 8 de agosto de 1997) por involucrar a su universidad en un bochorno. Entonces, por la gracia de Dios, aparecí. En 1995, mi monografía Raza, Evolución y Comportamiento fue publicada por Transaction Publishers. Subsecuentemente, el libro fue traducido al japonés (1996) y publicado en una edición barata (1997) con un prólogo actualizando la ciencia desde que el libro original apareció.

El libro cosechó una importante reseña en la Book Review del New York Times (16 de octubre de 1994) donde Malcolm Browne, el escritor de ciencias de The Times, lo discutió junto con La Curva de Bell de Richard Herrnstein & Charles Murray y El declive de la inteligencia en América de Seymour Itzkoff. Browne concluyó su análisis con la declaración que "el gobierno o sociedad que persista en barrer este tópico bajo la alfombra, lo hará bajo su propio riesgo". Docenas de otras revistas, incluyendo el National Review, Nature y The Nation, también lo reseñaron.

Su publicación por una importante editorial universitaria inició un nuevo round de histeria. Un sensacionalista artículo declarando a viva voz "Profesores del ODIO" (¡En letras de 5 pulgadas!) apareció en la revista Rolling Sotnes (20 de octubre de 1994). Abarcando la entera página siguiente estaba una fotografía de mi rostros, tenebrosamente sombría, convertida en una imagen vampiresca y sobrepuesta sobre una Gótica torre universitaria. En otra larga pieza de propaganda titulada "La Mentalidad de Bunker", que apareció en Gentleman's Quarterly (noviembre de 1994), fue caricaturizado como un eugenesista pasado de moda y un pseudocientífico racista. Una fotografía mía fue publicada en un tinte sepia, semejando las antiguas fotografías de la era Hitleriana.

Increíblemente, la Aduana de Canadá requisó y guardó las copias de un envío del libro durante nueve meses, mientras ellos trataban de decidir si condenar el libro como "literatura de odio" y censurar su entrada a Canadá. El hecho que un libro académico fuera incluso el sujeto de una investigación asombró a mi editor: "nunca escuché sobre tal cosa", dijo Mary Curtis, presidenta del directorio de Transaction. "Se supone que esto no sucedería en Canadá. La última vez que la compañía tuvo problemas al enviar trabajos académicos fue a mediados de los 80, cuando algunos libros enviados a la Feria de Moscú, no lo consiguieron.

Michel Cléroux, un portavoz de la Aduana de Canadá, dijo que la repartición sólo estaba siguiendo órdenes para investigar posible propaganda discriminatoria. Una política departamental prohibiendo la propaganda discriminatoria incluía esta definición: "Bienes que aseveren que un grupo identificable es racialmente inferior y/o debilita a otros segmentos de la sociedad, en detrimento de la sociedad en su conjunto". Tras una "investigación" que duró nueve meses, Aduanas de Canadá suavizó su actitud.

El asedio continuó en otra reunión de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia. La AAAS rutinariamente permite que el militantemente violento Comité Internacional Contra el Racismo (INCAR) y el Partido Laborista Progresista (PLP) tenga un estátus de "participante" oficial, junto con un asiento permanente, a esta reunión anual. En la reunión de febrero de 1996 en Baltimore, INCAR y PLP adornaron sus asientos con pósters de Karl Marx y signos tomando crédito por interferir con la conferencia en la Universidad de Maryland sobre "Genes y Crimen" en septiembre de 1995. En la reunión de la AAAS, el INCAR dirigió su ataque contra mi presentación final con una revisión de la literatura sobre tamaño cerebral y habilidad cognitiva. Cuando el INCAR se encontró conmigo el día antes de la presentación final, gritaron tantas amenazas de muerte que la AAAS llamó a la policía de Baltimore, quien despachó un oficial armado para que se apersonara en la presentación. A pesar del guardia, INCAR continuó con sus terribles amenazas. Un manifestante tomó fotografías mías diciendo que eran para un afiche de "Se Busca: Vivo o Muerto". "No vivirás mucho tiempo", dijo. Increíblemente, en vez de cancelar el estátus de participante de las organizaciones que amenacen con violencia, el director de programa de la reunión anual de la AAAS, dijo en una entrevista publicada en The Scientist (4 de marzo de 1996), que la AAAS endurecería su proceso de selección para hacer más difícil que ¡Presentaciones como la mía estuvieran en el programa! Como Charles Murray observó durante el desenlace de La Curva de Bell, la ciencia social está corrompida en el tópico de las razas. Aún así, la hipótesis genética sobre el predominio del patrón tri-racial sobre tantas características, y que pone a prueba las simples explicaciones basadas solo en factores sociales como la discriminación y la pobreza, necesita ser discutida.

En su alocución inicial a las clases graduadas de 1997 en la Universidad de California (San Diego), el Presidente de los EE.UU., Bill Clinton, llamó a un nuevo diálogo sobre las razas y a "profundizar nuestra comprensión de la naturaleza humana y las diferencias humanas". Pero aparentemente hay algunos aspectos de la naturaleza humana y las diferencias humanas que él preferiría dejar inexploradas.

He aprendido mucho desde aquel día en 1989 cuando me paré ante aquella reunión de científicos y presenté un resumen de mi investigación, por lo que me transformé en un blanco de asedio por parte de lo políticamente correcto y objeto de intimidación por el gobierno de Canadá. A pesar de la odiosa campaña contra la investigación de la posible base genética de las diferencias grupales, mi interés nunca se debilitó. El trabajo en otros tópicos parece vano en comparación. Aguijoneado por ataques y ayudado por colegas, he buscado más exámenes definitivos sobre la hipótesis genética y continuado publicando mi investigación

También he aprendido cuan importante es la libertad de investigar para la ciencia, que siempre debe permanecer en la búsqueda de la verdad sin importar donde aquella búsqueda lleve. He aprendido a atesorar todos los restos de libertad de expresión que disfruto como ciudadano Canadiense, y sigo más comprometido que nunca en búsqueda de la verdad. Como Benjamin Franklin observó más de dos siglos atrás, "Sin libertad de pensamiento, no puede haber cosas como sabiduría, ni cosas como la libertad pública, sin libertad de expresión".

J. Philippe Rushton
Departamento de Psicología de la Universidad de Western Ontario, London, Ontario.