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MUNDOS EN EXPANSIÓN

       
 
Solo 6   Cráneo Parcial
De Ngandong, Java (en el río Solo)

Por Rick Gore
National Geographic, mayo de 1997

En Padangbai, pequeño puerto de la isla de Bali, los pasajeros suben a un transbordador llamado Nusa Penida que los llevará hasta la isla vecina de Lombok en una travesía de 64 kilómetros. El caso del barco está salpicado de costras de óxido y los tripulantes lanzan cubos de agua sucia desde la mugrienta cubierta. El Nusa Penida no es precisamente un barco de recreo; coches y camiones, rodeados de pasajeros a pie, tocan la bocina con impaciencia al avanzar hacia la rampa de embarque. Vendedores ambulantes ofrecen a la multitud sus mercancías, desde camisetas hasta incienso. Una mujer que vende baratijas y postales se aproxima a mí y me muestra una sarta de cuentas. "No, gracias", le digo, pero ella insiste, intentando colgarme las cuentas al cuello. "No quiero dinero - dice, señalando al Nusa Penida - un obsequio... para no ahogarse".

Miro el barco de nuevo. Le doy a la mujer unas monedas a cambio de unas postales y segundos después me encuentro con las cuentas alrededor del cuello. Mientras subo a bordo de Nusa Penida me pregunto por qué estoy haciendo esto; pero conozco la respuesta. Esta travesía completa mi viaje. Durante meses he explorado el polémico terreno de la evolución humana, siguiendo los pasos que dieron los primeros miembros del género Homo al extenderse por África, Europa y Asia.

El Homo, el segundo de los dos grandes géneros de homínidos, probablemente evolucionó en África a partir de su antepasado más simiesco, el Australopithecus, hace cerca de 2.5 millones de años. De proporciones corporales más largas y modernas que los australopitecos, bajos y fornidos, el Homo era un nuevo tipo de homínido que, con un cerebro más grande, estaba preparado para extenderse más allá de su continente natal. Hace un millón de años - tal vez mucho antes - al menos una especie de Homo, el Homo erectus, ya había alcanzado la lejana Indonesia; pero Bali fue aparentemente el final del trayecto para los erectus, quienes nunca pudieron hacer lo que yo haré en cinco horas a bordo del Nusa Penida; cruzar la Línea de Wallace, una barrera biológica invisible descrita en la década de 1860 por el naturalista británico Alfred Russel Wallace.

Wallace señaló que este estrecho entre Bali y Lombok separaba a dos grandes faunas: una originaria de Asia, y la otra, de Australia. Puesto que se sabe que siempre ha existido una vía de agua entre ambas islas, incluso cuando los niveles marinos eran bajos y se formaban puentes de tierra entre Asia y otras islas indonesias, los tigres no pudieron merodear más allá de Bali, y los canguros no pudieron dar el salto hasta Asia. Como tampoco pudieron cruzarla los humanos, hasta que alguien, presumiblemente el miembro más avanzado de las especies de Homo, el Homo sapiens, inventó los rudimentos de la navegación.

Mientras el Nusa Penida se desliza suavemente sobre las olas, reflexiono sobre el largo viaje que nuestros antepasados emprendieron hasta llegar a las islas de Indonesia. Resulta un tanto extraño recordar que este extenso archipiélago asiático fue considerado durante decenios como la cuna de la humanidad, debido a que allí fue donde se encontraron los primeros fósiles de estos antepasados nuestros, precisamente en la isla de Java.

En 1887. El médico holandés Eugène Dubois navegó hasta Java con el propósito de encontrar al hipotético eslabón perdido entre simios y humanos. Para 1891 ya había organizado una gran excavación en Java, a lo largo de un meandro del río Solo, cerca de Trinil, con la que obtuvo uno de los mayores éxitos en la historia de la ciencia: encontró una calota (parte superior de la bóveda craneal), un fémur y una muela del que sería conocido como el hombre de Java. Clasificó su descubrimiento como Pithecantropus erectus, que significa "hombre simio erguido".

 
 
 
Trinil 2   Cráneo parcial (calota)
Encontrado en 1891 por Eugene Dubois en Trinil, Java
Trinil 2 es el especímen típico de Homo erectus

El estudio de los primeros humanos ha avanzado mucho desde el descubrimiento de Dubois. En las décadas de 1920 y 1930, una expedición internacional desenterró unos fósiles conocidos como el hombre de Pekín en un yacimiento cercano a la capital china. En la década de 1950, los científicos agrupaban al hombre de Java y al de Pekín en el mismo género de los humanos actuales, llamándolos Homo, "humano" en latín.

Los científicos también descubrieron que el Homo erectus no era el primer miembro del árbol genealógico humano. Los australopitecos, encontrados por primera vez en Sudáfrica en 1924, medraron en el valle del Gran Rift hace 4.1 millones de años. Aunque los australopitecos eran bípedos, conservaban algunos rasgos simiescos, como los brazos largos, la cintura ancha y el rostro con aspecto de chimpancé. Al cabo, una especie de australopitecos, cuya identidad aún discuten los paleoantropólogos, evolucionó hasta convertirse en el primer Homo.

La mayoría de los científicos sostiene que las primeras especies de Homo surgieron hace unos 2.5 millones de años, tal vez como consecuencia de los cambios climáticos. África experimentaba entonces grandes oscilaciones climáticas, volviéndose fría y seca. Al final surgió una especie, el Homo erectus, que estaba muy bien adaptada a las praderas abiertas y áridas y a los ambientes menos estables que se habían extendido a través del África tropical.

Hasta mediado de la década de 1980 nadie se percató de ello, ya que la mayoría de los fósiles de erectus eran fragmentos de cráneo; pero en 1984 un equipo dirigido por Richard Leakey desenterró el esqueleto casi completo de un niño erectus de 12 años de edad que murió hace 1.54 millones de años cerca del lago Turkana, en el norte de Kenia.

El esqueleto, conocido como niño de Turkana, se encuentra depositado en "La Capilla", una habitación del Museo Nacional de Kenia, en Nairobi. Cuando la visité, la mujer a cargo de los fósiles extrajo varias cajas de uno de los armarios metálicos que cubren las paredes.

La primera caja contenía el cráneo del niño. Las piezas dentales y los maxilares son más pequeños que las muelas trituradoras y las fuertes mandíbulas de los australopitecos. Al ser consumidores habituales de carne, los erectus no necesitaban las poderosas mandíbulas que utilizaban sus antecesores para masticar vegetales gruesos y cascar nueces. La parte posterior del cráneo, donde se ubica la zona del cerebro que posibilita el sentido de la vista, es más grande que la de los australopitecos, lo cual sugiere que la visión del erectus era más aguda. Pero el resto del cerebro del erectus todavía estaba evolucionando, como demuestra el hecho de que el niño careciera de frente. Los lóbulos frontales de su cerebro, donde se produce el pensamiento complejo en los humanos modernos, eran relativamente pequeños.

"Un Homo erectus adulto tenía el cerebro equiparable en tamaño al de un niño actual de un año de edad - dice Alan Walker, profesor de la Universidad de Pennsylvania y uno de los paleoantropólogos que excavó el esqueleto - sin embargo, su cerebro era dos veces más grande que el de un chimpancé, lo que sugiere que debió ser muy inteligente para su época".

Según el paleoantropólogo, la verdadera novedad antropológica del niño de Turkana está del cuello para abajo. La longitud del fémur sugiere que debía medir alrededor de 1.60 metros cuando murió, y que habría sobrepasado los 1.80 metros de adulto, lo cual convierte a los erectus en la especie homínida más alta hasta ese momento. "El Homo erectus era alto, de caderas estrechas, y su constitución física era idónea para perseguir a sus presas a las altas temperaturas del ecuador", dice Walker.

   
 
Especie: Homo ergaster
Antigüedad: 1.6 millones de años
Fecha de descubrimiento: 22 de agosto de 1984
Localización: West Turkana, Kenia
Descubierto por: Kamoya Kimeu

Al examinar los huesos de las extremidades del niño de Turkana, pude imaginarlo corriendo a través de la sabana; pero las cuencas de los ojos vacías me hicieron preguntar su él y yo podríamos habernos comunicado como humanos.

Algunos científicos creen que el erectus poseía un lenguaje rudimentario, ya que su organización social, cada vez más compleja, no habría sido posible con base en simples gruñidos.

Pero Walker argumenta que el niño carecía de habla, tal y como hoy la conocemos, y la evidencia está en su columna vertebral. Tomé un pequeño hueso conocido como D7, la séptima vértebra dorsal situada en el extremo inferior del tórax. El orificio central corresponde al canal a través del cual pasa la médula espinal. Los nervios de la médula espinal de la zona D7 permiten un control preciso de los músculos del tórax, utilizados para respirar. El orificio es visiblemente más pequeño en el hueso del niño de Turkana que en el de un ser humano actual. Por tanto, según Walker, su médula espinal no podía transportar el tejido nervioso suficiente para poder controlar su respiración tan bien como los humanos actuales. Le habría sido imposible enlazar palabras para formar frases largas.

"Pero ello no significa que no fueran capaces de emitir expresiones con significado - aclara la antropóloga Ann MacLarnon, del Instituto Roehampton de Londres y la primera persona que asoció el orificio de la vértebra del niño con su habilidad de control respiratorio - con simples gruñidos y sonidos es posible comunicarse; pero el niño no podía articular nada que se pareciese al habla humana actual".

Un motivo para que algunos científicos crean que el Homo erectus podía comunicarse verbalmente es que, en la época del niño de Turkana, la especie estaba desarrollando herramientas más eficaces para descuartizar animales. Mientras que los homínidos anteriores usaban lascas, el Homo erectus inventó el hacha de mano, una piedra con forma oval que se ajustaba a la palma de la mano y con la cual se podía cortar, aplastar o golpear. Los científicos sostienen que la transmisión de las técnicas para elaborarlas requería de algo más que gestos.

En el Museo Nacional de Addis Abeba, tres científicos de Etiopía, Yonas Beyene, Yohannes Zeleke y Berhane Asfaw, me muestran unas hachas de mano y otras herramientas que habían encontrado en un yacimiento denominado Konso-Gardula, o KGA. Las 12 localizaciones del yacimiento están datadas entre 1.37 millones y 1.7 millones de años, lo que convierte a KGA en el yacimiento de hachas de mano más antiguo del mundo. KGA está situado en una remota prolongación del valle del Gran Rift, cerca de la frontera de Etiopía con Kenia.

Beyene coge un hacha de mano de 4.5 kilogramos y 20 centímetros de largo, procedente del lugar más antiguo, el KGA 4, datado entre 1.5 millones y 1.7 millones de años. "No es muy refinada - dice - sólo tallaron unas cuantas lascas para que el borde fuese afilado". Luego me enseña otra hacha de mano tallada con esmero, procedente del KGA 8, fabricada decenas de milenios más tarde. "Mire que fino y recto es el filo".

"Para ellos era una obra de arte - añade Asfaw - no era sólo para cortar. Hacer esto requiere mucha dedicación".

Los primeros humanos estaban desarrollando un sentido de la artesanía. No sólo tallaban la piedra con primero, sino que en la época del niño de Turkana probablemente también trabajaban la madera y el hueso.

Armados con tales herramientas, los erectus aprendieron cómo intimidar a otros mamíferos, habilidad que acabó siéndoles imprescindible cuando las praderas africanas se extendieron y empezaron a proliferar los antílopes, los búfalos y otros grandes herbívoros. Además de las hachas de mano, utilizaban instrumentos afilados y cuchillas del tamaño de un dedo para atravesar las duras pieles y cortar en pedazos comestibles las piezas abandonadas por los leones o los leopardos. Después fracturaban los huesos de los animales y succionaban el nutritivo tuétano que estos contenían.

"Las herramientas les dieron acceso a los elefantes y a los ñúes - afirma Nick Toth, arqueólogo de la Universidad de Indiana - la carne les proporcionó un nuevo modo de supervivencia, cuando el clima cambió y la vegetación habitual desapareció". La carne y el tuétano también les proporcionaron energía adicional para desarrollar cerebros más grandes. Así, los primeros Homo se convirtieron en unos omnívoros más inteligentes que seguían a los grandes felinos predadores, los cuales, a su vez, perseguían a las piezas de caza.

La evidencia del creciente impacto de los erectus sobre la fauna local puede encontrarse en el seco y polvoriento yacimiento de Olorgesailie, a una hora en un auto de Nairobi, en el valle del Gran Rift. Excavado por Louis y Maru Leakey en las décadas de 1940 y 1950, Olorgesailie ha sido trabajado hace poco por equipos dirigidos por Rick Potts, paleoantropólogo del Instituto Smithsoniano. Una tarde soleada me condujo por un paisaje desértico que hasta hace 180 mil años era la orilla de un lago que atraía abundante fauna.

Nos aproximamos al yacimiento de un pantano prehistórico donde, durante la campaña de 1987-1988, su equipo excavó los restos de un elefante que murió hace unos 990 mil años. Encontraron allí más de 400 herramientas de piedra talladas junto a esqueletos fósiles de animales que presentaban marcas de cortes. La mayoría de los huesos de las extremidades había desaparecido.

"Los humanos les arrancaban las extremidades y se las llevaban", dice Potts. El vuelo circular de los buitres debía de atraer a los erectus, pero no existe prueba alguna de la presencia de otros carroñeros. Según Potts, los humanos y los demás carnívoros procuraban evitarse unos a otros en aquella época.

Armados con hachas de mano, los Homo erectus comenzaron a extenderse más allá de los ríos y los lagos de las tierras bajas, donde permanecían los homínidos anteriores. "Esto sugiere la creciente adaptabilidad global de los seres humanos", dice Potts. Al mismo tiempo que las secas sabanas de África y su fauna se desplazaban hacia el norte y el este, algunos humanos pudieron emigrar con ellas, abandonando el continente africano antes de la invención de las hachas de mano. Esto podría esclarecer por qué, a pesar de la presencia de fósiles humanos, muy rara vez se han encontrado hachas de manos con más de 700 mil años de antigüedad fuera de Africa.

La escasez de hachas de mano fuera de África es uno de los motivos por los que la mayoría de los científicos ha dudado durante mucho tiempo que los humanos hubieran abandonado el continente hace aproximadamente un millón de años. Pero en 1994, Carl Swisher y Garniss Curtis, del Centro de Geocronología deBerkeley, asombraron a sus colegas al datar los sedimentos volcánicos de Java que contenían el cráneo fósil de un niño erectus, en 1.8 millones de años, convirtiéndolo así en 800 mil años más primitivo de lo que se creía era el erectus en esa parte del mundo.

Si el erectus se originó en África, como cree la mayoría, esta fecha temprana sugiere que la especie salió de su tierra natal para dirigirse a Java poco después de haber evolucionado. Pero algunos científicos sospechan que un desconocido antecesor del erectus abandonó África mucho antes. Si esto es cierto, el erectus pudo evolucionar en cualquier otro lugar y emigrar después a Java y a África (algunos científicos sostienen que los fósiles de erectus encontrados enÁfrica varían lo suficiente de los de Asia para merecer un nombre diferente. Y así, usan el de Homo ergaster, que significa "hombre trabajador", para designar a todos los especímenes erectus africanos).

En la Universidad Gadjah Mada de Yogyakarta, Teuku Jacob, principal autoridad indonesia en fósiles humanos, me muestra una calota hallada en 1936 cerca de Mojokerto, no muy lejos del lugar donde Dubois descubrió al hombre de Java. "Era el más joven de nuestros fósiles: unos seis años de edad", dice Jacob.

"También es el más antiguo - comenta Carl Swisher, haciendo girar el cráneo para mostrar la parte inferior - advertimos que había un extraño bulto en esta zona pintada de negro y sabíamos que no formaba parte de su anatomía. Al rascarla, apareció una capa de piedra pómez".

El material volcánico se puede datar con precisión mediante el método del potasio-argón, una técnica que calcula el argón acumulado a partir de la descomposición del potasio a lo largo de milenios. Swisher llevó una muestra a Berkeley, donde descubrió que tenía una antigüedad de 1.8 millones de años. También dató en 1.6 millones de años una muestra procedente de una zona llamada Sangiran, donde desde la década de 1930 se han encontrado otros 50 fósiles de erectus.

Estas fechas, increíblemente antiguas, fueron cuestionadas de inmediato. Otros paleoantropólogos sostuvieron que tal vez una piedra pómez más antigua que el cráneo se había desprendido de las laderas de los volcanes cercanos y lo había sepultado. O quizá el cráneo había ido a parar a sedimentos más antiguos.

Para convencer a los incrédulos, Swisher ha regresado en numerosas ocasiones a la cuenca de Sangiran, donde se encontraron la mayoría de los primeros fósiles de erectus en Java. Ha determinado que el estrato de sedimentos que contiene esos fósiles humanos está situado entre dos sedimentos volcánicos, uno depositado hace 1.5 millones de años y el otro, hace 1.7 millones de años.

El terreno es un sofocante mosaico de arrozales en terrazas, bosques de bambú y palmeras dispersas. Al amanecer, desde un risco cercano al pueblo de Pucung, oteamos una pequeña garganta. Swisher había tomado algunas de sus muestras entre la colina y el otro lado de la garganta. "Los estratos que contienen erectus en esta pequeña garganta tendrían casi la misma antigüedad que los de las gargantas del Olduvai en África", dice, comparando este yacimiento de Java con los niveles de fósiles humanos más antiguos encontrados en el más famoso yacimiento paleoantropológico del continente africano. Aunque todavía quedan incrédulos y preguntas técnicas por responder, otros yacimientos en Eurasia están obligando a los científicos a reconsiderar la rapidez con que el Homo abandonó su hogar. Y en China han aparecido también pruebas polémicas.

       
 
Zhoukoudian XII   Cráneo
De Zhoukoudian, China

En compañía de Jua Lanpo, uno de los arqueólogos más respetados de China, salgo de Beijing por una inmensa autopista con rumbo al suroeste. Viajamos durante una hora, hasta llegar a las cuevas de Zhoukoudian, donde en la década de 1920 se desenterraron fragmentos de cinco calotas y otros restos pertenecientes a más de 40 individuos erectus, conocidos colectivamente como hombre de Pekín.

"Yo descubrí la primera calota del hombre de Pekín", dice Jia, y sus ojos brillan con el recuerdo. Este famoso fragmento fósil acabó con todas las dudas sobre el descubrimiento de Eugène Dubois cuatro décadas antes: en verdad, un antepasado humano primitivo había caminado por Asia.

El propio Jia identificó uno de los fósiles del hombre de Pekín en 1936, tras advertir que uno de los trabajadores estaba mirando atentamente un fragmento óseo con forma de nuez, que acababa de desenterrar. "Le pregunté qué era - recuerda Jia - y dijo: Sólo un trozo de puerro podrido. Lo volví a mirar y le dije secamente: ¡Qué va! Es un hueso humano".

En la actualidad, China sólo conserva los moldes de los fósiles. Los originales desaparecieron en 1941 cuando, durante la ocupación japonesa, los fósiles fueron empaquetados y encomendados a soldados estadounidenses.

Jia me guía a través de un sendero en pronunciada pendiente hacia la excavación de unos 50 metros de profundidad, donde ha trabajado durante más de medio siglo. Sostiene uno de los moldes realizados en la década de 1930. "Este cráneo tiene algunas de las características de los chinos actuales - dice - por ejemplo, el hueso de la nariz del hombre de Pekín era achatado, y las mejillas planas, como en los asiáticos de la actualidad".

 
 
 
Especie: Homo erectus
Antigüedad: 500-230 mil años
Fecha de descubrimiento: S/D
Localización: Zhoukoudian, China
Descubierto por: S/D

El hombre de Pekín vivió hace más de 400 mil años, y los científicos discuten si alguno de sus genes ha perdurado. Jia piensa que sí. Como algunos otros, cree que las raíces de la humanidad brotaron en Asia y no en África. No todos los estudiosos occidentales descartan esa teoría. "La idea de que todos los homínidos surgieron en África es un mito creado por la gente que trabaja en dicho continente - me dijo un primatólogo - es cierto que allí se han encontrado muchos, pero si invirtiéramos tanto tiempo y dinero en Asia, hallaríamos fósiles de homínidos de la misma antigüedad".

Pero en China, establecer la antigüedad de los fósiles puede plantear algún problema. A diferencia de África e Indonesia, China carece de sedimentos volcánicos asociados a los restos de homínidos; lo que proporciona los datos fiables que necesitan los científicos son los minerales radioactivos de esos sedimentos.

Los científicos chinos han tenido que confiar en otras técnicas. Una de ellas analiza la evidencia de las inversiones ocasionales que tienen lugar en el campo magnético de la Tierra. Por ejemplo, el polo magnético que en la actualidad es norte, hace 780 mil años era sur. Por razones desconocidas, el campo magnético de la Tierra se invirtió. Estas inversiones han sido correctamente datadas, de modo que al estudiar las orientaciones magnéticas de los minerales del suelo, los geólogos pueden situar los sedimentos que contienen fósiles en una era paleomagnética concreta. Por desgracia, como esos períodos pueden durar cientos de miles de años, la precisión es imposible.

Recurriendo a una combinación de datación paleomagnética y un nuevo método denominado resonancia de espín electrónico, un equipo de científicos ha fechado recientemente un fragmento de maxilar con dos misteriosos dientes que se encontró en una cueva llamada Longgupo, situada en un valle de las tierras altas de la provincia de Sichuan. En su opinión, el fósil representa un Homo primitivo que data de hace entre 1.8 millones y dos millones de años.

En la provincia china de Yunnan, unos dientes humanos y unas herramientas que se estimaban de una antigüedad de 700 mil años acaban de ser datados de nuevo, mediante análisis paleomagnéticos, en 1.8 millones de años. Y, más hacia el oeste de China, nuevos indicios refuerzan la idea de que el Homo se estaba extendiendo por el mundo de forma muy temprana. En la República de Georgia, los arqueólogos han encontrado un maxilar inferior que suponen pertenece a un Homo erectus que vivió hace más de 1.6 millones de años, antes de que naciera el niño de Turkana.

En Tbilisi, capital de Georgia, examinó el maxilar con David Lordkipanidze, un joven palegeógrafo, y Leo Gabunia, el paleontólogo que lo analizó por primera vez. Con forma de herradura, la mandíbula es tan gruesa y fuerte como un hueso de erectus, pero además presenta una barbilla más vertical que cualquier otro ejemplar de esta especie. La barbilla, rasgo distintivo del Homo sapiens, se desarrolló cuando el maxilar humano se hizo más pequeño y el rostro se retrajo por debajo de la frente antes prominente. Una característica tan avanzada como ésta, junto con el hecho de que los dientes son más parecidos a los del hombre moderno que en el caso del erectus, cuestiona la antigüedad de este maxilar.

El fósil fue descubierto en 1991 por la arqueóloga alemana Antje Justus, bajo las ruinas de Dmanisi, una localidad georgiana del siglo IX. Justus vio centellear el fósil entre sedimentos situados 20 centímetros por encima de un estrato de lava endurecida, que los científicos han datado en 1.8 millones de años. Pero nadie sabe la antigüedad de los sedimentos existentes entre la mandíbula y la lava; los excavadores piensan que tienen 100 mil años menos, aunque otros expertos creen que sólo tienen 800 mil.

Si la mandíbula de Dmanisi, cuyos rasgos son modernos, resulta ser tan antigua como afirman los georgianos, los científicos tendrán que replantearse sus creencias sobre la evolución y las migraciones del Homo.

En otro cruce de caminos continental, los científicos han descubierto más de 10 mil herramientas de piedra, entre ellas docenas de hachas de mano, en un yacimiento llamado Ubeidiya, cerca del mar de Galilea, en Israel. Los fósiles animales indican que el yacimiento tiene 1.4 millones de años. "Es, sin duda alguna, una de las ubicaciones más antiguas del Homo fuera de África", dice el arqueólogo Ofer Bar-Yosef, de la Universidad de Harvard.

Los patrones de migración no son el único misterio sin resolver en el estudio de los primeros humanos. Con la evidencia de que existió una gran diversificación entre los especímenes de erectus, la evolución se parece más a un mosaico complejo que a una línea recta que va desde una especie claramente definida hasta la siguiente.

Dos cráneos humanos desenterrados cerca de Yunxian, en la provincia china de Hubei, durante la campaña de 1989-1990 complican todavía más las cosas. En el Instituto de Reliquias Culturales y Arqueología de Wuhan, Li Tianyuan me muestra los fósiles, a los que denomina Homo erectus y cuya antigüedad es de 600 mil años por lo menos.

 
 
EV 9002 y EV 9001   Cráneos
De Yunxian, China

Grotescamente desfigurados tras permanecer milenios bajo tierra, los rostros de los fósiles de Yunxian podrían constituir una galería de espectrales figuras u horrorosas momias. Los arcos superciliares son similares a los que presentan los especímenes de Homo erectus de Java, y los pómulos se asemejan a los de los cráneos hallados en China, mientras que las dimensiones faciales son similares a las de los cráneos más recientes hallados en Europa. "Esta mezcla de características nos dice que existía gran diversidad entre los Homo erectus", dice Dennis Etler, paleoantropólogo de la Universida de California en Berkeley, quien piensa que tal diversidad refleja diferencias raciales entre los erectus.

Sin embargo, algunos científicos dudan que los descubrimientos de Yunxian sean de erectus, y sostienen que estos fósiles podrían representar otra especie que vivió en China simultáneamente a los erectus. Dicha especie, denominada Homo heidelbergensis, habría dado origen al Homo sapiens moderno y a los neandertales, aquellos humanos fornidos y adaptados al frío de las glaciaciones, que habitaron Europa hace 230 mil y 30 mil años (otros investigadores consideran a los neandertales como una subespecie de Homo sapiens).

No se sabe en qué momento dejaron de existir los erectus y aparecieron los Homo sapiens. En diciembre de 1996, un equipo dirigido por Carl Swisher anunció nuevas dataciones para un grupo de fósiles de erectus hallados en la década de 1930 en el yacimiento de Ngadong, en Indonesia. Aunque en un principio se pensaba que tenían entre 100 mil y 300 mil años, puede que no lleguen a 50 mil. Si los estudios que se están llevando a cabo confirman fechas tan tardías, los erectus habrían coexistido con los sapiens modernos en Indonesia. Probablemente originarios de África hace 100 mil y 200 mil años, los Homo sapiens modernos habrían alcanzado Indonesia hace 60 mil años, convirtiéndose en los primeros en cruzar la Línea de Wallace.

El rastro dejado por el Homo llegaría hasta Australia. Los investigadores Rhys Jones, Mike Smith y Richard Roberts han encontrado en este continente evidencias de comportamientos modernos que se remontan a 60 mil años atrás. En un laboratorio de la Universidad Nacional Australiana en Canberra, Smith me entrega un trozo de piedra de color de óxido del tamaño de un pulgar. "Es una hematita - dice - los primitivos la molían para obtener polvo de ocre rojo, lo que significa que coloreaban sus cuerpos para las ceremonias o expresaban su arte en las paredes o en los bumeranes".

Los lápices de hematita procedían de cuevas de los aborígenes de Australia septentrional. Utilizando una nueva técnica de datación llamada luminiscencia estimulada ópticamente, la cual determina en qué momento los sedimentos que contienen los objetos vieron la luz solar por última vez, Roberts calcula que los lápices de colores fueron sepultados hace entre 53 mil y 60 mil años.

En septiembre de 1996, Richard Fullagar, arqueólogo del Museo Australiano de Sydney, anunció el descubrimiento de unas formas artísticas "modernas" todavía más tempranas: miles de agujeros circulares picados hace unos 70 mil años en paredes de roca y en cantos rodados en el noroeste de Australia. Esta datación reveló un valor del doble de la antigüedad de las primeras pinturas rupestres conocidas en Francia. Y las herramientas de piedra y el ocre enterrados en la base de los círculos australianos podrían ser todavía mucho más antiguos. El ocre podría tener 116 mil años, y las herramientas, 176 mil años. Los científicos han asumido durante mucho tiempo que el Homo sapiens carecía de la tecnología marítima necesaria para poder alcanzar Australia en una época anterior a 50 mil años. Con este descubrimiento, ahora tienen que considerar si los humanos modernos se desplazaban ya mucho antes.

Todavía más sorprendente es el hallazgo de las herramientas de piedra encontradas en la isla de indonesia de Flores, cerca de los huesos de una especie de elefante extinguida, en un estrato de roca de unos 700 mil años de antigüedad. El hallazgo implica que la Línea de Wallace se cruzó en una época muy temprana.

Pero sin que se tome en cuenta quiénes fueron los primeros en llegar a Australia o cuándo salieron de Bali, Lombok pudo ser una escala crucial. Cinco horas después de dejar Bali, el Nusa Penida atraca en la humeante isla volcánica. Desembarco y echo a andar entre el caos de vendedores y vehículos. Un taxista me lleva hacia el norte, hasta una playa donde me pregunto qué hallaron los primeros humanos cuando llegaron aquí.

"Un gran festín - me sugirió Tim Flannery, zoólogo del Museo Australiano, cuando me reuní con él en Sydney - ¿Cómo reaccionaría usted si proviniera de Bali, donde no pudiera salir de noche a causa de los tigres y tuviera que competir con unos recolectores de fruta tan hábiles como los macacos? ¿Qué ocurriría se el primer pedazo de carne que encontraras, tal vez un elefante enano, no echara a correr?"

"La edad de oro de Lombok"; así define Flannery el momento que siguió a la llegada de los primeros humanos a estas tierras vírgenes, en cuyos mares nadie había pescado y cuyas marismas estaban plagadas de crustáceos y moluscos. "Todas las oportunidades que este nuevo mundo representaba para los humanos habría fomentado las innovaciones tecnológicas y de pensamiento - dice - pero al final se produjo una gran crisis: cuando se comieron al último elefante enano".

El deseo de desplazarse de isla en isla hasta alcanzar Australia habría animado a las gentes de Lombok y a sus descendientes a construir embarcaciones más navegables. Flannery piensa que la navegación se inventó en este archipiélago, desde donde fue exportada, junto con otras innovaciones tecnológicas y culturales, de vuelta a África y el resto de Asia.

Ya no queda evidencia de una edad de oro en Lombok. Como gran parte de Indonesia, la isla está superpoblada y está en la pobreza. Durante los últimos dos millones de años, mientras los miembros de nuestro árbol genealógico se propagaban hasta los confines de la Tierra, el Homo - un omnívoro voraz con un cerebro mucho mayor que el de sus predecesores - se ha convertido para el planeta en un animal difícil de sustentar. Al mirar las aguas que acabamos de surcar, me pregunto si ese cerebro tan avanzado demostrará ser lo suficientemente inteligente para afrontar su propia creación.