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CARA A CARA CON LA FAMILIA DE LUCY

Por Donald C. Johanson
National Geographic, marzo de 1996

"Necesitamos un cráneo. Debemos realmente conseguir un cráneo completo". Este objetivo, que subrayé en mi diario nada más llegar a Hadar, estaba en la mente de todos nosotros mientras levantábamos el campamento en la extremadamente calurosa soledad de la región de Afar, en Etiopía.

Era nuestra segunda expedición en Hadar tras una interrupción de 10 años durante la década de 1980, cuando el gobierno etíope impuso una moratoria sobre los trabajos de campo. Pero en 1990, el Ministerio de Cultura y Deportes invitó a nuestro equipo del Instituto sobre los Orígenes del Hombre (IHO, por sus siglas en inglés) en Berkeley, California, a regresar. Era enero de 1992 y yo estaba encantado de encontrarme de nuevo en este territorio, contemplando las interminables tierras yermas de Hadar, con sus multicolores estratos de arenas, lodos, lava y ceniza volcánica. Como siempre habíamos hecho, plantamos las tiendas en lo alto de un risco sobre el río Awash, donde nos sentaríamos al final del día para observar cómo la puesta del sol bañaba las colinas y los valles de matices de naranja y púrpura.

Fue allí donde, un día abrasador de 1974, encontramos a Lucy. Lo primero que vimos fue su codo sobresaliendo de entre los sedimentos pero rápidamente identificamos el hueso como el de un homínido, un miembro del árbol genealógico humano. Regresamos a toda prisa al campamento en nuestro Land Rover, tocando la bocina, y enseguida nos dimos cuenta de que habíamos encontrado algo más que un codo. Lucy, a quien bautizamos así por una canción de los Beatles muy popular en el campamento (Lucy in the Skies with Diamonds), pertenecía a una nueva especie de antepasados de los humanos, que en 1978 denominaríamos Australopithecus afarensis.

Datada en hace más de tres millones de años, Lucy era el fósil de homínido más antiguo y completo que se había encontrado jamás. Medía poco más de un metro y presentaba características simiescas y humanas a la vez. Los largos brazos le colgaban a ambos costados como los de un simio, pero los huesos de las piernas y de la pelvis indicaban que caminaba erguida sobre dos piernas. Mis colegas del IHO y yo hemos creído durante mucho tiempo que la especie a la que pertenecía Lucy era el antepasado común a todos los homínidos posteriores, incluido nuestro propio género, el Homo. En cierto modo, la vemos como la madre de toda la especie humana.

 
AL 129   "La Rodilla de Johanson"
Hallada por Don Johanson en Hadar, Etiopía en 1973
Fechada en 3.4 millones de años
Este hallazgo consistía en porciones de ambas piernas, incluyendo una coyuntura completa que es casi una miniatura de una rodilla humana, pero aparentemente pertenece a un adulto.

Pero no todo el mundo está de acuerdo. La discrepancia se remonta a finales de la década de 1970, cuando dijimos que Lucy y los otros 250 especímenes de homínidos recogidos en Hadar pertenecen a una única especie: A. afarensis. Lucy no era el único hallazgo espectacular en Hadar. Al año siguiente de haberla encontrado, descubrimos los fósiles de al menos 13 individuos más - la denominada Primera Familia - en un yacimiento cercano.

Muchos de los huesos procedían de homínidos de tamaños muy diferentes, y algunos estudiosos argumentaban que las variaciones eran tan grandes que en Hadar habrían habitado por lo menos dos especies. Afirmaban que una de esas criaturas, y no Lucy, podría ser nuestro último antepasado común.

Nosotros, sin embargo, pensábamos que el afarensis era simplemente una especie en la que los machos eran mucho más grandes que las hembras. Esta característica, denominada dimorfismo sexual, se observa en los simios, nuestros primos más cercanos hablando en términos evolutivos. Los gorilas machos, por ejemplo, son mucho más altos y dos veces más pesados que las hembras. Pero sus huesos, aunque diferentes en tamaño, son prácticamente idénticos ¿Cuál era el patrón de dimorfismo sexual en el afarensis? Para responder esta pregunta necesitábamos encontrar más huesos grandes y pequeños, y compararlos.

Ante todo necesitábamos un cráneo completo. Lucy y los demás individuos carecían de rostro, y solamente teníamos pequeños fragmentos de sus cráneos, la parte más reveladora de la anatomía. Ahí es donde se aprecian las diferencias entre las especies de homínidos, en la inclinación de la frente, la forma de los arcos superciliares y el grado de prominencia de los pómulos. Sin el cráneo ¿Cómo podíamos saber el aspecto que tenían Lucy y su familia? ¿Cómo observar los detalles de su anatomía craneal que los distinguen de otros homínidos?

Durante la década de 1980, dos de mis colegas, Bill Kimbel, del IHO, y Tim White, de la Universidad de California en Berkeley, montaron de forma parcial un cráneo de macho a partir de fragmentos de diversos individuos hallados en Hadar, pero faltaban muchas piezas y no había forma de saber con certeza su teníamos todos los rasgos distintivos del cráneo afarensis. Por eso, cuando reanudamos la búsqueda en Hadar en 1990, nuestro objetivo más urgente era encontrar un cráneo completo.

En nuestra primera campaña de vuelta de Hadar, que fue principalmente de reconocimiento del terreno, un día apareció por el campamento un joven de la tribu afar llamado Dato Adan. Flaco y atlético, era el típico afar que hoy vive donde un día vagó Lucy. Los afar, cuyos cuerpos casi no tienen grasa, comen poco y se alimentan esencialmente de las cabras que crían. Van a todas partes caminando, como hacían Lucy y sus parientes. Siempre hemos confiado en los afar como guías y guardas. Con sus ávidos ojos y su paciencia, han demostrado ser habilidosos buscadores de fósiles.

Cuando Dato Adan se enteró de que habíamos regresado, caminó una larga distancia con la esperanza de trabajar para nosotros. Se nos presentó con un fragmento de mandíbula inferior que había encontrado durante su camino. Un miembro de nuestro proyecto, Yoel Rak, de la Universidad de Tel Aviv y especialista en homínidos, identificó inmediatamente la mandíbula como la de un homínido. Adan nos guió hasta el lugar donde la había encontrado. Encajaba perfectamente en la depresión cóncava de donde la había extraído el día anterior. Allí mismo contratamos a Adan. Como aquella campaña era demasiado corta para excavar en busca de más fragmentos, tuvimos que dejar las exploraciones sucesivas para el segundo año.

Nuestra segunda campaña inició con nuevos descubrimientos. En cuanto llegamos, uno de nuestros antiguos guías afar, Dato Ahmedu, nos condujo hasta una mandíbula de homínido que había descubierto en nuestra ausencia mientras apacentaba sus cabras. El hallazgo de esta mandíbula inferior fue excitante porque procedía de un sector de Hadar que aún no se había explorado en busca de fósiles. En cambio, su geología se había estudiado con detalle, y sabíamos que la nueva mandíbula procedía de unos sedimentos situados justo debajo de un estrato de ceniza volcánica de 2.95 millones de años. No sabíamos exactamente cuántos años tenía Lucy, así que determinar la edad de los depósitos en que fue hallada era una de las prioridades. La sospecha de que esta mandíbula era significativamente más joven y que podría pertenecer a alguno de los descendientes de Lucy se confirmó con posterioridad.

Una mañana, mientras uno de los dirigentes del equipo, Bob Walter, geólogo del IHO, y su colega etíope Mike Tesfaye cartografiaban esta nueva sección, subí una pronunciada pendiente para investigar un gran fósil que sobresalía del sedimento: la mandíbula de un elefante. Decidí mirar por los alrededores y caminé hacia un barranco, cuando un hueso en forma de llave inglesa me llamó la atención. Parecía un cúbito enorme, el doble que el de Lucy.

Me apresuré colina abajo para comunicar mi hallazgo a Yoel y Bill Kimbel, tercer responsable del equipo. Al principio Bill dijo que el hueso era muy grande para ser de un homínido, pero Yoel lo convenció de que yo tenía razón. En unos minutos encontramos un hueso de la mano y, a continuación, Zelalem Assefa, uno de nuestros colegas etíopes, descubrió otro. Enseguida localizamos parte de un cráneo afarensis - la región craneal por encima del puente de la nariz - que nunca antes habíamos encontrado.

Al comparar el cúbito con un molde del de Lucy vi que eran idénticos excepto en el tamaño. Debía de pertenecer a un macho de la misma especie. Los afarensis presentan el mismo dimorfismo sexual en tanaño corporal que los gorilas. Si este macho y Lucy hubiesen vivido a la vez, podrían haber sido pareja. Aquella noche soñé que afuera nos podía estar esperando un esqueleto completo de macho, un hallazgo tan emocionante como el de Lucy. Jamás lo hallamos, pero la campaña nos deparaba otra cosa.

El 26 de febrero, Bob Walter y yo visitamos a unos colegas que trabajaban en otro sector de Hadar. Cuando regresamos, Bill Kimbel nos recibió cerca de la tienda comedor.

"Pues seguimos teniendo suerte", dijo.

Yoel, sentado en la mesa, esbozó una sonrisa.

"He encontrado un cráneo", dijo simplemente. Mi corazón iba a cien mientras enumeraba las diferentes partes del cráneo: el hueso occipital, un gran fragmento del paladar con dientes, muchos trozos de bóveda craneal, un colmillo... y la cara. Tenía la mayor parte de un cráneo grande y robusto ¡Sin duda un macho afarensis!

 
AL 444(-2)   Cráneo
Hallado por Bill Kimbel & Yoel Rak en 1991 en Hadar, Etiopía
Fechado en aproximadamente 3.0 millones de años

A la mañana siguiente fuimos todos a inspeccionar el yacimiento. Conocido en la actualidad como Localidad Afar 444, tenía vistas al cauce seco de un uadi llamado Kada Hadar. Empezamos a señalizar la ubicación de cada uno de los fragmentos óseos con un clavo provisto de una cinta de color. Yoel se entusiasmó al ver un enorme pómulo entre los sedimentos. Aquella escena era digna de ver. Todo el mundo se acercaba de puntillas para examinar el pómulo, procurando no pisar los otros huesos.

Los afar ascendieron la colina lentamente, como si caminasen por un campo de minas. Formaron un semicírculo alrededor de Yoel, al que llamaban Doctor porque trataba sus enfermedades. Miraron sus manos y sonrieron, diciendo: "Mehe, kada mehe" que significa "Bien, muy bien".

Aquella noche, sentados alrededor de una hoguera, los afar se unieron al grupo. Uno de ellos hizo imitaciones de todos nosotros. Después empezaron a cantar y a bailar a nuestro alrededor. Dato Adan me explicó que así daban gracias a Alá por habernos permitido encontrar lo que queríamos.

Al final de la campaña regresamos a Addis Abeba con unos 200 fragmentos del nuevo cráneo, muchos de ellos aún incrustados en piedra. Fueron almacenados en el Museo Nacional de Etiopía hasta el inicio del arduo trabajo de prepararlos y ensamblarlos para formar un cráneo.

Bill, Yoel y yo hicimos un viaje especial a Etiopía a principios de 1993 para trabajar en la reconstrucción del cráneo durante un mes. Pasamos días examinando los fragmentos en un laboratorio del museo. Con ayuda de microscopios y de agujas afiladas arrancamos los granos de sedimentos que el tiempo había adherido a los fragmentos craneales. Bill y Yoel unieron las piezas y al fin pudimos mirar a los ojos de este magnífico rostro. Pronto llegamos a importantes conclusiones, como que, para los estándares de A. afarensis, este macho era un anciano, pues sus dientes estaban muy desgastados. Es difícil calcular su edad, ya que desconocemos el ritmo de envejecimiento de estos homínidos. Asimismo, los colmillos de este individuo conservaban las raíces anchas típicas de los grandes simios macho, pero las coronas eran más pequeñas, parecidas en tamaño a los colmillos de una hembra afarensis, lo cual implica que nuestro macho no necesitaba esos dientes tanto como sus primos, los grandes simios. Los gorilas macho tienen harenes y utilizan los colmillos para luchar por las hembras o por establecer su dominio. Tal vez los afarensis desarrollaron una estrategia de apareamiento diferente. Owen Lovejoy, paleoantropólogo de la Universidad Estatal de Kent, sugiere que los colmillos más pequeños indican menor competencia por las hembras, señal de que la monogamia podría haberse desarrollado hace más de tres millones de años.

No obstante, este macho presentaba una constitución corpulenta; sus fuertes músculos maxilares le han dejado marcadas áreas rugosas donde éstos se unían al cráneo, lo que indica su tamaño y fuerza. Su cara se proyectaba hacia delante por debajo de la frente, como la de un simio. Aún falta determinar el tamaño exacto de su cerebro. Probablemente superaba los 500 centímetros cúbicos. El cerebro del Homo habilis, uno de los más antiguos de nuestro género, tenía un promedio de 630, y el cerebro humano actual, alrededor de 1.300.

Este nuevo cráneo también ayuda a aclarar la posición de Lucy en el árbol genealógico humano. Para empezar, desmonta el antiguo argumento de que el afarensis era un versión de Africa oriental de otro antiguo homínido, el Australopithecus africanus, que vivió en el sur del continente hace entre 2.5 y 3 millones de años. Los cráneos de ambas especies muestran claras diferencias, lo que hace difícil sostener que el afarensis no es una especie distinta.

Quizás los más significativo sea que el nuevo cráneo de macho - junto al enorme cúbito que encontré - confirma la idea de que los machos afarensis eran más grandes que las hembras. Calculamos que, en promedio, el macho medía 1.5 metros y pesaba 45 kilogramos, mientras que la hembra era unos 30 centímetros más baja y pesaba cerca de 27 kilogramos. Ahora podemos defender, con mayor certeza que nunca, que el dimorfismo sexual es lo que produce la variación de tamaño observada en los fósiles de Hadar. Estamos seguros de que los afarensis eran la única especie de homínido en Hadar, y el mejor candidato para representar al último antepasado común de todos los homínidos posteriores, incluidos los humanos.

Las campañas anteriores en Hadar supusieron el hallazgo de otros fósiles importantes. Durante tres años logramos recoger más fragmentos faciales en el yacimiento donde Dato Adan había encontrado el hueso maxilar en 1990. Al fin nos dimos cuenta de que teníamos la mayor parte de una cara de hembra afarensis. Con técnicas avanzadas de imagen digital, ensamblamos los fragmentos hasta formar un cráneo. En cierto modo, pusimos un rostro a Lucy.

Se parecía mucho a la imagen que nos habíamos formado de ella: tenía los colmillos pequeños y la parte central de su cara sobresalía ligeramente, menos que la de un simio pero más que la de un humano. Habría hecho buena pareja con el macho de la Localidad Afar 444, pero hubiera sido muy vieja para él, ya que vivió 180 mil años antes. Podemos afirmar este dato porque al fin hemos estimado la edad de Lucy. Las estimaciones oscilaban entre los 2.8 y los 3.6 millones de años. Antes no estábamos seguros porque los minerales de algunos de los estratos de ceniza volcánica que solíamos usar para datar las formaciones de contenían fósiles se habían alterado o contaminado debido a procesos geológicos posteriores. Algunos estratos, como el que había por debajo de Lucy, no tenían suficientes minerales datables.

Durante la década de 1980, las nuevas tecnologías de datación mediante láser desarrolladas por Derek York, de la Universidad de Toronto, facilitaron la obtención de una fecha precisa a partir de un cristal microscópico de mineral volcánico. Bob Walter podía ahora determinar la antigüedad de la mayoría de los fósiles de Hadar. La obtención de fechas fiables es importante para conocer el ritmo de la evolución humana. Ahora podemos afirmar que Lucy vivió hace 3.18 millones de años, 10 mil antes o después. El nuevo macho anduvo por Hadar hace uno tres millones de años, lo que lo convierte en el individuo más reciente de Hadar.

Al hacer el montaje de la Primera Familia se vio que ésta era algo más antigua que Lucy: alrededor de 3.2 millones de años. Los individuos más antiguos se remontan a 3.4 millones de años, lo cual nos indica que los afarensis permanecieron prácticamente inalterables durante mucho tiempo en Hadar, al menos a lo largo de 400 mil años. Otro fragmento craneal hallado en 1981 en un yacimiento de 3.9 millones de años de antigüedad, a unos 60 kilómetros al sur de Hadar, también podría ser afarensis.

Si es así, la especie de Lucy habría sobrevivido durante 900 mil años sin sufrir apenas variación. Parece que estos homínidos se adaptaban con facilidad, o quizás iban cambiando de un modo que no podemos detectar en los fósiles.

Tras ese largo período, el clima africano se hizo más frío y seco. Pienso que fue entonces cuando los afarensis dieron lugar a nuevas ramas de homínidos, una de las cuales evolucionó hacia Homo. Pero el origen de nuestro género, que probablemente ocurrió medio millón de años después que viviera Lucy, sigue inspirando apasionadas discusiones.

¿Caminaba Lucy como nosotros? Las huellas dejadas por al menos dos afarensis sobre la ceniza volcánica de una erupción de hace 3.5 millones de años en Laetoli, Tanzania, muetran claramente un paso que recuerda al humano: un fuerte golpe de talón, seguido de un impulso con el dedo gordo del pie para adelantar el cuerpo. Sus dedos gordos no eran divergentes como en los demás primates, que los utilizan para agarrarse a las ramas de los árboles. Además, según Owen Lovejoy y Bruce Latimer, del Museo de Historia Natural de Cleveland, las caderas y la disposición muscular pelviana de Lucy le habrían dificultado subir a los árboles, como nos sucede a los humanos actuales.

Por otra parte, Randall Susman, Jack Stern y William Jungers, de la Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook, aprecian una curvatura en los huesos de los dedos de las manos y de los pies de Lucy, parecida a la de los simios que viven en los árboles. Sus brazos, más largos, le habrían ayudado a subirse a las ramas. Los especialistas de Stony Brook también observan alguna evidencia en el tobillo y la pelvis de Lucy que sugiere que habría caminado con las piernas algo dobladas. Creen que pasaba mucho tiempo en los árboles y que tal vez dormía en las ramas. No estoy de acuerdo con esa teoría sobre su manera de andar. Si Lucy se sentía atraída por un árbol frutal, se subiría a él, pero la mayor parte del tiempo caminaba sobre dos piernas como nosotros.

Al margen de cómo caminaba Lucy, probablemente se desplazaba en grupo. Si los afarensis tenían alguna ventaja sobre otros animales, ésta radicaba en que vivían en grupos sociales compuestos tal vez por 25 o 30 miembros. No hay evidencia de que pasaran a una nueva etapa cultural. Eso sucedería medio millón de años después de Lucy, con la invención de las herramientas de piedra, las cuales permitieron a los homínidos descuartizar a los animales y trocear la carne en pedazos comestibles.

Los afarensis tenían más probabilidades de ser atacados que de atacar, y el grupo habría ofrecido resistencia ante los carnívoros, en especial de noche y sin la protección del fuego. Puedo imaginarme un grupo de padres afarensis aullando y lanzando piedras a un tigre de dientes de sable. Los carnívoros podían conseguir alimento con menos esfuerzo cazando una gacela.

 
 
AL 200   Maxilar
Decubierta por Don Johanson & trabajadores en Hadar, Etiopía en las expediciones que tuvieron lugar entre 1974-1977
Fechado en 3.0 millones de años

Los fósiles de Hadar dan mucha información acerca de la dieta de los afarensis, cuya dentadura carecía de los dientes desgarradores de los carnívoros. Por medio del microscopio se observa que sus incisivos presentan estrías y desgastes producidos por un material fibroso, lo que sugiere que usaban estos dientes para arrancar comida de algún tipo de vegetación áspera. Además, el esmalte se ha desprendido de los colmillos. Por estos datos llegamos a la conclusión de que debían de morder alimentos duros, quizás cáscaras de frutos secos. Los afarensis evolucionaron desde un pasado vegetariano, y aunque algunas veces comieran termitas, lagartos u otros pequeños animales, su dieta se basaba en alimentos vegetales.

El paisaje de Hadar era mucho más exuberante hace tres millones de años. Los estudios de fósiles de flora y fauna primitivas apuntan que la región de Afar estuvo poblada de coníferas perennes y olivos silvestres. Aún así, Lucy tuvo que sobrevivir en hábitats muy variados, desde praderas a bosques. Los afarensis desarrollaron una gran adaptabilidad, rasgo que sin duda contribuyó a la resistencia de la especie.

Incluso hoy, los A. afarensis - y quienes los estudiamos - deben adaptarse. Lucy ha sido destronada recientemente. El año pasado Meave Leakey, del Museo Nacional de Kenia, anunció que ella y su equipo habían hallado un homínido más antiguo que Lucy. En Kanapoi, un yacimiento cerca del lago Turkana, encontraron fragmentos de una nueva especie bípeda de 4.1 millones de años de antigüedad que ella llamó Australopithecus anamensis. La nueva especie tiene muchas características en común con Lucy, pero es mucho más primitiva y de dientes más simiescos. Sospecho que el anamensis es la especie que dio lugar al afarensis.

A finales de 1994, un equipo internacional dirigido por Tim White anunció que había hallado huesos de un homínido aún más antiguo en Aramís, Etiopía. Desde entonces, Tim y sus colegas etíopes han desenterrado un esqueleto casi completo de dicha criatura, que se remonta a 4.4 millones de años. Su posición en el árbol genealógico humano es motivo de debate. Presenta muchas características de chimpancé, suficientes como para que Tim decidiera crear un género nuevo y llamara al animal Ardipithecus ramidus. Con el estudio del nuevo esqueleto el linaje de este homínido se esclarecerá pronto.

Entretanto, Lucy y su familia aún tienen mucho que decirnos. Nuestro trabajo en Hadar no ha concluido. Hemos reabierto las excavaciones en el yacimiento de la Primera Familia. Durante la campaña de 1994 nos dimos cuenta de que el estrato geológico que contenía los fósiles de homínidos se extiende más allá de lo que creíamos y podría albergar muchos más especímenes. El yacimiento seguramente fue escenario de alguna catástrofe desconocida que mató a un grupo de homínidos, sepultándolos en un instante geológico. Su desgracia será nuestra buena fortuna: nos ofrecerá mejor comprensión sobre cuánto variaban los individuos dentro de un grupo de la especie de Lucy.

El pasado noviembre celebramos el aniversario vigesimoprimero del hallazgo de Lucy. Quizá ya no sea nuestro antepasado más antiguo, pero sigue siendo el más conocido.