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EL HORIZONTE MÁS LEJANO

Por Meave Leakey
National Geographic, septiembre de 1995

"Seguramente procedemos de este lugar", susurró Kamoya mientras observaba con admiración los tres extraños dientes que sostenía con delicadeza en las manos. Los dientes, de aspecto simiesco pero a la vez vagamente humano, procedían de unos sedimentos de cuatro millones de años de antigüedad situados en un lugar llamado Kanapoi, en el norte de Kenia. Eso los hacía significativamente más antiguos que la mayoría de los vestigios del linaje humano conocidos hasta ese momento ¿Eran los dientes de una nueva especie? Y de serlo ¿Podían haber pertenecido al primer antepasado de la humanidad? Todas estas preguntas surcaron mi mente.

Nuestro compañero Peter Nzube Mutiwa fue quien encontró los dientes mientras yo estaba en Nairobi atendiendo unos compromisos como directora del departamento de paleontología del Museo Nacional de Kenia. Kamoya Kimeu, que dirige el equipo de buscadores de fósiles del museo, al que llamamos la Banda de los Homínidos, me llamó por el radiotransmisor y me dijo: "Tenemos algo para usted". Los homínidos son los animales del árbol genealógico humano - nosotros y todos nuestros antepasados desde que nos separamos de los simios - y durante las tres últimas décadas los hombres de Kamoya han desenterrado algunos de los especímenes más importantes.

 
 
KNM-KP 29283   Maxilar
Encontrado en 1997 por M. Leakey en Kanapoi

En cuanto Kamoya me informó del hallazgo, viajé hasta Kanapoi lo más rápidamente que pude. Tras felicitar a Nzube, que era quien había descubierto los dientes entre una alfombra de guijarros de lava, empezamos a planificar la manera de recuperar más. Primero marcamos una gran zona y retiramos las piedras más grandes, y después pasamos por un cedazo la tierra y las piedras más pequeñas.

Poco a poco fuimos recuperando casi toda la dentición inferior de este extraño animal, la cual presentaba un estado perfecto, y también encontramos fragmentos de dientes de otro individuo. Mi antigua corazonada de que Kanapoi proporcionaría importantes restos de los primeros homínidos era acertada.

El yacimiento se ubica a unos 48 kilómetros al sudoeste del lago Turkana, un gran mar interior de tonalidades verde jade. Aunque en la orilla abundan los cocodrilos, la cuenca del Turkana se convierte enseguida en un desierto tierra adentro, en cuyos parajes la temperatura supera normalmente los 37º C.

Aquí me encuentro como en mi propia casa. Llevó trabajando en la cuenca del Turkana desde 1969 con equipos dirigidos por mi esposo, el paleoantropólogo Richard Leakey. Es prácticamente seguro que nuestros primeros antepasados simiescos surgieron en Africa, y pocos lugares nos proporcionan un registro fósil tan rico como esta región. La actividad tectónica ha puesto al descubierto sedimentos antiguos, exponiendo a una rápida erosión los suelos donde los huesos de los primeros homínidos se fosilizaron. De esta manera, cada tormenta puede sacar a la luz nuevos fósiles. Además, como la actividad volcánica ha ido depositando a lo largo de las diferentes épocas muchas capas de ceniza, y los minerales radiactivos de la ceniza pierden actividad a un ritmo conocido, podemos data con fiabilidad cada estrato y los fósiles que contiene.

Richard acabó por dedicarse exclusivamente a la conservación de la fauna salvaje africana, así que fui yo quien asumió la coordinación de nuestra investigación en la cuenca del Turkana, financiada en gran parte por National Geographic Society. Las expediciones de Richard se habían centrado básicamente en el período comprendido entre uno y tres millones de años de antigüedad, cuando nuestros antepasados desarrollaron cerebros más grandes. El aumento del tamaño cerebral condujo a la aparición de nuestro género, Homo, y finalmente de nuestra especie, Homo Sapiens. La cuenca del Turkana ofrece muchos sedimentos de la época adecuada para revelar este proceso evolutivo, pero también contiene otros más antiguos, y a finales de la década de 1980 decidí buscar fósiles anteriores a los primeros homínidos.

Hasta la campaña de 1994, los científicos tenían escasas evidencias de homínidos anteriores a 3.6 millones de años. El primer antepasado conocido era una criatura de baja estatura y simiesca, el Australopithecus afarensis, cuya representante más célebre es Lucy, un esqueleto parcial de hembra hallado en 1974 por Donald Johanson en Hadar, Etiopía.

Lucy tenía los brazos largos como los simios, pero los huesos de la pelvis y de sus piernas indican que era bípeda. Vivió hace unos 3.18 millones de años, aunque sabemos que tenía parientes más antiguos. En 1978, mi suegra, Mary Leakey, encontró en el yacimiento de Laetoli, Tanzania, las huellas de los pies dejadas sobre ceniza volcánica por tres miembros anteriores de la misma especie que Lucy, y que han sido datadas en 3.56 millones de años.

Los homínidos y los simios africanos comparten un antepasado común, un animal cuyo aspecto desconocemos pero del que podemos deducir que, como nuestros antepasados vivos más próximos, los chimpancés y los gorilas, vivía en bosques y se desplazaba por los árboles, colgándose de los brazos y trepando a cuatro patas. En un momento determinado, un grupo de estos antepasados dio el primer paso crucial en el camino evolutivo hacia los humanos actuales: desarrollaron el hábito de caminar sobre dos piernas. No sabemos por qué se convirtieron en bípedos, pero esto supuso cambios anatómicos tan profundos que marcó la separación entre los homínidos y los simios.

Con el estudio de las diferencias en los genes y en las proteínas de la sangre de humanos, chimpancés y gorilas, los biólogos moleculares calculan que la línea homínida se desvió de otros simios africanos hace entre cinco y siete millones de años, una época poco conocida en el registro de fósiles africanos.

Había oído hablar de un yacimiento llamado Lothagam, en la cuenca del Turkana, que contenía sedimentos de esa época en concreto. Allí, un equipo estadounidense dirigido por Bryan Patterson recuperó en 1967 un fragmento de mandíbula posiblemente homínida. Yo había sobrevolado con frecuencia Lothagam, una tierra por la que hace mucho tiempo serpenteaba un gran río. En los bosques que crecían a lo largo de ese curso fluvial había elefantes, dos especies de rinocerontes, muchos jabalíes, jirafas, antílopes, tres especies de caballo y numerosos carnívoros, entre ellos grandes felinos de diente de sable.

En cinco años de búsqueda habíamos recuperado abundantes fósiles animales, pero, por desgracia, sólo hallamos dos posibles dientes de homínido. Llegué a la conclusión de que nuestros antepasados con una antigüedad de entre cinco y siete millones de años, preferían un medio ambiente más boscoso.

Decidí entonces trasladarme a yacimientos más recientes, con sedimentos de entre cuatro y cinco millones de años. Durante gran parte de esa época existió un lago mucho mayor que el Turkana, que contiene fósiles de cocodrilos, peces y tortugas, pero pocos animales terrestres. Sabía que Kanapoi, después de haber permanecido sumergido hace 4.2 millones de años, quedó expuesto por el nivel fluctuante del lago durante los siguientes 200 mil años.

Además, el equipo de Patterson había hallado allí el fragmento de un hueso del brazo de un homínido. Y también estaba Allia Bay, yacimiento más reciente con sedimentos depositados a lo largo de un río después de que el gran lago empezara a retroceder.

Primero quería trabajar en Kanapoi. Nos reuníamos por las tardes y discutíamos sobre el aspecto que tendrían los primeros homínidos. Suponíamos que sus mandíbulas y dientes debían de parecerse a los de un chimpancé, mientras de del cuello para abajo serían igual que los homínidos posteriores, como el A. afarensis.

Un día, Wambua Mangao, miembro de la Banda de los Homínidos, nos condujo hasta un lugar en el que había cinco pequeñas áreas de esmalte dental azulado incrustado en una roca. Al girarla, descubrí que contenía medio maxilar superior de un homínido. Pertenecía a un animal de un tamaño similar al de un chimpancé y se trataba de un individuo viejo, ya que los dientes estaban muy desgastados.

 
 
KNM-KP 29285  Tibia
Encontrada por Kamoya Kimeu en 1994 en Kanapoi, Kenia
Fechada en 4.0 millones de años

Días después, Kamoya descubrió la parte superior de una tibia. Ligeramente mayor que la tibia de afarensis más grande de las descubiertas hasta entonces, su tamaño nos sorprendió, particularmente porque la mandíbula que habíamos encontrado cerca era de un tamaño equivalente a la de un chimpancé.

Kamoya, Wambua y Samuel Ngui, otro miembro de la Banda de los Homínidos, hallaron enseguida el extremo inferior de la tibia. Se parecía bastante a la de un afarensis, lo que sugería que este homínido también era bípedo.

Estos descubrimientos eran muy importantes, de modo que regresé a Nairobi de mala gana, para recibir allí la llamada de Kamoya informándome sobre los dientes desenterrados por Nzube. Cuanto más examinaba los dientes, mayor era mi convencimiento de que este animal era muy diferente a los homínidos posteriores y a todos los fósiles de simios conocidos. De hecho, todo indicaba que la Banda de los Homínidos había hallado una especie nueva con algunos rasgos típicos de los chimpancés y de los afarensis, y con otros únicos.

En el yacimiento de Wambua empezamos a recuperar dientes de un segundo individuo muy joven, así como el resto del maxilar superior del primero con casi todos los dientes. Ahora esperábamos encontrar un cráneo completo, pero la campaña se acababa. En el último fin de semana Richard se unió a nosotros. Nzube disfrutaba tanto de su presencia, que no veía la hora de partir para supervisar el trabajo de otro yacimiento cercano. Tuve que insistir para que se fuera.

Nzube había recorrido ese camino a menudo, pero esta vez su ruta, o quizás el ángulo de la luz, debió de variar ligeramente, porque a los pocos minutos regresó gritando en swahili: "Vengan rápidamente. Es maravilloso". No podía creer lo que veía sobresaliendo del sedimento: una mandíbula inferior completa y un fragmento de la región parietal de un cráneo.

Los nuevos fósiles de Nzube se parecían a los que ya habíamos encontrado durante la campaña, ya que presentaban una mezcla de rasgos de chimpancé y A. afarensis, y características únicas. Los colmillos, más pequeños, sugerían que este individuo podía ser una hembra.

La parte del maxilar inferior, que en los humanos forma la barbilla, se inclinaba bruscamente hacia atrás. El maxilar inferior del afarensis también se inclina, pero mucho menos que en este nuevo individuo. Casi inmediatamente, Nzube recuperó un molar inferior de otro individuo. Este era el tercer yacimiento en el que habíamos encontrado los restos de más de un homínido. Quizás eran las sobras de los banquetes de algún carnívoro.

De regreso a Nairobi me sentía emocionada con los hallazgos: los especímenes conocidos más completos de un homínido de esta época y, casi con certeza, una nueva especie más antigua que Lucy. Además, podíamos defender de forma convincente que este animal era bípedo.

Entonces llegó la noticia de que Tim White, paleoantropólogo de la Universidad de California en Berkeley, EE.UU., estaba a punto de anunciar la existencia de una nueva especie de homínido procedente de un yacimiento llamado Aramís, en Etiopía, que era aún más antigua: 4.4 millones de años. Había encontrado dientes y huesos del brazo de un animal que supuso era bípedo.

Sus descripciones y fotografías indicaban que podía tratarse del mismo que teníamos en Kanapoi. Lo había llamado Australopithecus ramidus, nombre de especie derivado de la palabra afar que significa "raíz".

Tim y su colega etíope Berhane Asfaw tuvieron la generosidad de invitarme a Addis Abeba en enero de 1995 para que viese los fósiles de Aramís con mis propios ojos. Tim acababa de regresar de su última campaña con más sorpresas. Otro de sus colaboradores etíopes, Yohannes Haile Selassie, había encontrado un esqueleto parcial de ramidus que incluía la pelvis y una tibia, hueso fundamental para conocer el grado de bipedalismo del animal. Tim llegó a la conclusión de que los fósiles eran suficientemente diferentes a otros hallazgos anteriores como para ubicarlos en un nuevo género: el Ardipithecus o "simio terrestre".

Al comparar los moldes de los huesos y los dientes de los primeros descubrimientos de Tim con nuestros hallazgos de Kanapoi, tanto Alan Walker, de la Universidad Estatal de Pennsylvania, como yo creemos que los dientes de Kanapoi parecen más de Australopithecus afarensis que de Ardipithecus ramidus. Sospecho que los fósiles de Kanapoi podrían ser un antepasado de Lucy, y que el Ardipithecus pertenecía a otra rama del árbol de los homínidos.

 
KNM-KP 29281   Mandíbula con dentadura
Encontrada por P. Nzube en 1994 en Kanapoi, Kenia
Fechada en 4.15 millones de años
Este especímen es el prototipo del A. anamensis

Es posible que numerosas especies de homínidos evolucionaran durante esos años. El bipedalismo era un concepto anatómico profundamente nuevo, y los homínidos debieron desarrollar muchas variaciones sobre este tema, aunque sólo una ha perdurado.

Después de mi visita a Addis Abeba volé hasta Allia Bay con Alan Walker y Katey Coffing, una alumna de la Universidad Johns Hopkins que se unió a nuestro equipo. Planeábamos excavar un yacimiento excepcional donde miles de fragmentos óseos se concentraban en las riberas de un río hace menos de cuatro millones de años. En 1988 nuestro equipo de campo recuperó, cerca del yacimiento, un radio de homínido no identificado.

Después de mi primer día de prospección regresé cansada y acalorada al campamento donde encontré a un Kamoya radiante. Conocía muy bien esa sonrisa.

"¿Qué tienes?", le pregunté.
"Homínido", dijo.
Me eché a reír y lo abracé. Nadie puede encontrarlos como Kamoya.

Los días siguientes excavamos su descubrimiento: un trozo del maxilar superior con un diente. Hallamos más dientes cerca de allí. Son fragmentos, sí, pero también son indicios. La búsqueda continúa, y poco a poco acumularemos suficientes pistas para empezar a entender a nuestros antepasados más antiguos.