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¿Es realmente posible que "no más sangre corra" en la nación que se transformó en la caldera del horror?

Por Declan Walsh en Nairobi
31 de julio del 2002

Solo los incansables apostarían todo al acuerdo de paz de ayer que llega para la República Democrática del Congo. Firmado en una ceremonia en Sudáfrica por los presidentes del Congo y Ruanda, el acuerdo fue aclamado como el inicio del fin de la Gran Guerra de Africa.

"No debe correr más sangre", declaró Joseph Kabila, el joven presidente del Congo cuando lo firmaba. Pero cuatro años de lucha han sido interrumpidos por un abanico de tales iniciativas, casi todas las cuales han fracasado.

Reuniones previas, por ejemplo, fueron sostenidas en Sun City, Sudáfrica, llevando a la observación que solo en el Congo, podrían las conversaciones sobre el futuro del país ser sostenidas en un casino.

Mientras tanto, entre las salvas de cínicos apretones de manos, la Gran Guerra de Africa ha continuado su marcha. En varias oportunidades, seis ejércitos extranjeros (siete, si se incluye una breve aparición de Chad) han vagado por las espesas junglas y barrido las llanuras. Algunos han estado interesados en combatir, la mayoría buscaba ganancias y saqueo. El precio es pagado por los simples Congoleses. En solo cuatro años de guerra, 2.5 millones han muerto, la mayoría de hambre y enfermedades.

Pero ayer, hubo razones para creer que esta vez podría - solo podría - ser cierto. A lo largo de Africa, la paz está en el aire. 40 años de lucha en Angola han terminado; 10 días atrás el gobierno Sudanés y los rebeldes sacaron un sorpresivo compromiso del sombrero que podría, incluso tras la renovación de la lucha ayer, llevar a la paz.

En el Congo, también ha habido cambios. El año pasado, el misterioso asesinato de Laurent Kabila, un estúpido y obstinado borracho, pavimentó el camino para que su hijo, Joseph, un tímido y bien educado hombre, tomara el poder y se embarcara en busca de la paz.

Las tempranas expectativas sobre el líder de 31 años, que gobierna un país del tamaño de Europa occidental, fueron decepcionantes. Los abusos a los derechos humanos en Kinshasa han continuado, la corrupción continúa fuerte. Pero el Sr. Kabila ha mostrado compromiso para trabajar con los factores internacionales para encontrar una salida a la guerra.

¿Podría el acuerdo de ayer realmente señalar el inicio del final? El tratado es importante porque agarra de raíz la causa del conflicto: el negocio anexo del genocidio de Ruanda. Asesinos Hutus encabezaron la masacre de 800.000 personas; cuatro años atrás el gobierno Ruandés liderado por los Tutsis invadió el Congo jurando no abandonarlo hasta que aquellos hombres fueran capturados.

Ahora el Presidente Kabila, alguna vez firme aliado de los Hutus, está prometiendo que esto sucederá. Su gobierno ha accedido a expulsar a los Hutus, una mezcla de milicias Interahamwe y antiguas tropas de Ruanda, fuera de sus refugios en lo profundo de la selva Congolesa, desarmarlos y enviarlos a casa.

Dos semanas atrás, el Presidente Kagame, el hombre que ha tratado de sanar las infectadas heridas del genocidio en su país, comenzará a replegar a sus tropas del este del Congo, bajo el atento ojo de los monitores de la ONU. Dentro de 90 días, dicen, se efectuará y afirmará el entero proceso.

El problema es que nadie cree que esto suceda de esta manera. Clare Short, la Secretario de Estado para el Desarrollo Internacional, dijo ayer que Gran Bretaña ofrecería entrenar a un nuevo ejército para el Congo, como lo ha hecho en Sierra Leona, como su contribución a cimentar la paz. El marco de tiempo de 90 días no era "poco realista", según ella.

Pero casi todo el mundo piensa que el cronograma es ambicioso hasta lo imposible, en parte debido a la pesadilla logística de encontrar a todos en el Congo oriental, y en parte debido a que la Interahamwe no le agradará ser desarmada y despachada de vuelta a Ruanda, hacia un incierto destino.

El tratado también pasa por alto una realidad fundamental que es el real obstáculo para la paz. A pesar que la guerra del Congo comenzó como una lucha entre gobierno y rebeldes, aquella guerra hace tiempo que se detuvo. En vez de eso, los combates han girado tras las líneas, hacia las áreas orientales, nominalmente controladas por los rebeldes respaldados por Ruanda. Aquella olvidada zona - 30 % del país - se ha transformado en la caldera de los horrores.

Los rebeldes de la Convención para la Democracia Congolesa (RDC), respaldados por Ruanda, están enfrentados contra una multitud de enemigos, y contra ellos mismos. Los combatientes Mai Mai, algunos de los cuales piensan que la brujería puede ayudarles en la lucha, controlan sectores del territorio. Grupos desgajados de la RDC controlan unas pocas y reducidas áreas. Y los nativos Congoleses, sometidos a extraordinarios abusos a los derechos humanos, manifiestan un alto desprecio por ellos.

Los hostilizados Ruandeses han recurrido a medidas extremas. Tras un breve motín de decepcionados soldados de la RCD en la nororiental ciudad de Kisangani, el pasado mayo, filas de cadáveres se fueron flotando río abajo por el Congo. La segunda mayor facción rebelde, el Movimiento para la Liberación del Congo (MLC) de Jean-Pierre Bemba, ha hecho que el odio entre las tribus Hema y Lendu, en el Ituri, que se haya transformado en masacres a gran escala.

El Sr. Bemba, un empresario de telefonía móvil transformado en señor de la guerra, ha disfrutado del respaldo de Uganda, el otro auspiciador de los rebeldes. El año pasado, él aceptó ponerse del lado del gobierno, a pesar que ha declinado actuar de acuerdo a eso, aún. Una figura bien alimentada y elocuente, el Sr. Bemba es extremadamente popular en su área de origen de Gbadolite, en el noroeste. En otras partes del Congo, es considerado con sospechas: él proviene de una familia que se volvió rica durante la cleptocracia de Mobutu Sese Seko.

Si los principios están ausentes en esta guerra, el dinero ciertamente no. Laurent Kabila atrajo la ayuda de emergencia de Angola y particularmente desde Zimbabwe, prometiendo concesiones mineras en diamantes a los altos generales. En el bando rebelde, también las concesiones minerales fueron divididas y violentamente controladas.

18 meses atrás, en un claro de la selva, en las afueras de Kisangani, me reuní con un grupo de andrajosos mineros del diamante. Estaban preparando la colación, un manojo de orugas para hervir como sopa. Los soldados Ugandeses los forzaron a trabajar gratis en las minas de diamantes, dijeron. "Si nos rehusábamos, nos azotarían y torturarían", dijo Kombozi Owesaka.

Ha habido enormes explotaciones ilegales de "coltan", un opaco y pesado mineral utilizado en la telefonía móvil, satélites espías y Play Stations de Sony; y extracción de madera, café y oro. A través del este, casi todas las familias han perdido al menos a un miembro a causa del hambre, la enfermedad o la violencia. La mayoría han perdido a muchos. En la aislada provincia de Katanga, nominalmente bajo el control de Ruanda, los aldeanos han sido reducidos a un estado de semidesnudez, tanto que se avergüenzan de salir y buscar la comida que precisan.

La violación se han vuelto un arma de guerra, utilizada con brutalidad horrorosa. Human Rights Watch dice que en un caso, los atacantes insertaron armas en las vaginas de sus víctimas, de edad entre 5 y 80, y les dispararon.

La guerra ha provocado un caos medioambiental. Por ejemplo, la incontrolada minería del coltan cerca de Bukavu, ha causado la casi extinción de una rara subespecie de gorila. Al norte, los elefantes están en peligro.

Uganda ha retirado a la mayoría de sus tropas, pero Ruanda insiste que debe quedarse para asegurarse que la Interahamwe no vuelva a Ruanda a finalizar su mortífero trabajo de 1994. Pero los diplomáticos y analistas no creen que el problema sea tan significativo como se dice. Algunos temen que Ruanda tenga ambiciones hegemónicas, como la anexión del este del Congo. El Presidente Kabila tendrá más problemas de los que cree separando aguas de sus firmes aliados Hutus.

Nadie espera que la guerra del Congo termine en 90 días. El acuerdo de ayer involucra solo un aspecto crucial de un conflicto, que tiene tentáculos en muchas direcciones. Aunque los signos de buena fe en ambos bandos podrían ofrecer una solución. La ambición, el cinismo y el oportunismo han alimentado la guerra más complicada de Africa. Solo la ausencia de aquellos males ayudará a resolverla.

4 sangrientos años de conflicto

Unas 2.5 millones de personas aproximadamente han muerto, la mayoría por medio del hambre y la enfermedad.

La guerra comenzó en 1998, cuando rebeldes respaldados por Uganda y Ruanda lucharon contra el fallecido presidente Laurent Kabila. Zimbabwe, Nambia y Angola le enviaron tropas.

El conflicto tiene sus raíces en el genocidio Ruandés de 1994. Las milicias Hutu asesinaron a un millón de Tutsis y Hutus.

La primera invasión en 1996 derrocó al viejo dictador de Zaire, Mobutu Sese Seko. El país fue renombrado después que Mobutu fuera derribado por Laurent Kabila, quien en aquel entonces era respaldado por Ruanda y Uganda.

Diversas guerras empezaron, entre el gobierno y Ruanda, entre los rebeldes y el gobierno, y entre grupos rebeldes rivales respaldados por poderes extranjeros.

Las fuentes de riqueza natural del Congo - incluyendo oro, diamantes, coltan y cobre - han sido saqueadas por las milicias y los poderes foráneos.