Materiales y Técnicas de la Osteología
(Capítulo I, sección 3)

Materiales y Técnicas de la Osteología21

Los materiales usador en el estudio racial de los hombres europeos se dividen naturalmente en dos clases: (A) material esquelético, incluyendo cráneos, huesos largos, y otras osamentas tales como las vértebras, pelvis, tarsos, etc.; y (B) las medidas y observaciones tomadas de los especímenes vivientes. Ambos están sujetos a tratamiento estadístico, y ambos deben ser empleados si deseamos tener éxito en nuestro intento de trazar la historia racial de la Humanidad Blanca. En los próximos seis capítulos, trataremos casi exclusivamente con material de la primera categoría.

Museos públicos y privados, en casi todos los países europeos, como los de América, contienen miles de cráneos y grandes huesos que representan los restos óseos de individuos de todas las razas. Muchos de estos, sin duda la mayoría, son de aquellas personas de origen racial blanco. Para los propósitos del actual estudio, estos restos esqueléticos asumen valores vastamente diferentes, dependiendo de numerosas circunstancias. En primer lugar, solo aquellos que han sido medidos, descritos y publicados, fueron de alguna utilidad para el autor, a partir del hecho que no ha sido posible para él viajar de museo en museo, midiendo y observando el material no publicado. La mayoría de las colecciones están aún sin publicar, y por lo tanto la mayoría de los datos son tan inútiles como si estuvieran aún bajo tierra. Hacer tal trabajo de mediciones, tomaría los mejores años de la vida de un investigador.

La primera consideración es, entonces, si ha sido o no divulgado el material. La segunda es, si ha sido o no propiamente documentado en cuanto a asociación de sexo, origen y cultura. Un gran número de antiguas series craneales ha sido clasificado sin importar su sexo, lo que hace las medidas de variabilidad, de poco valor, y dificulta el uso de los medios. Otros incluyen cráneos de distintas localidades, vagamente etiquetados y catalogados, que nunca debieron haber sido puestos juntos. Incluso otros, y estos son los más, fueron desenterrados en una época en que los arqueólogos aún no habían perfeccionado sus técnicas, para que las asociaciones culturales y cronológicas de estos restos pudieran ser determinadas. Y otras más fueron traídas a los museos por amateurs que no prestaban atención a la arqueología.

En muchos casos es imposible revisar los documentos publicados como escenarios arqueológicos, y revisarlos a la luz del actual conocimiento, especialmente cuando las ilustraciones son dadas, identificando los adornos funerarios y los tipos de sepultura. De ese modo el número de cráneos y otros huesos que pueden ser realineados para calzar en los nichos geográficos, culturales y cronológicos, no es tan pequeño como podría ser si este material fuera reunido sin recursos algunos, en el proceso de exhumación. La realineación mencionada anteriormente es el principio sobre el cual los siguientes seis capítulos han sido construidos. Ha envuelto la abstracción de cráneos solos y pequeñas series de cráneos, con o sin grandes huesos acompañándolos, y combinando los datos así abstraídos, en series estadísticas basadas en una identidad de lugar, tiempo y medio cultural. En algunos casos, previos investigadores ya han efectuado este proceso de compilar y combinar en una forma posibles, así que mucha de la labor puede ser omitida.

Los materiales sobre los cuales están basados los capítulos II al VII, consisten por lo tanto, de numerosas series craneales, en algunos casos acompañadas de otros huesos, con cada serie representando una entidad geográfica, cronológica y cultural, la existencia de las cuales parece completamente justificada a la luz del actual conocimiento en arqueología e historia. Los materiales divulgados que no pueden ser razonablemente documentados, de acuerdo a todos los aspectos mencionados, han sido ignorados, o utilizados con precaución.

Los cráneos que coinciden con estos requerimientos y que representan líneas ancestrales de la raza blanca, son lo suficientemente numerosos para permitir una reconstrucción razonable de la historia racial de los pueblos blancos; pero no son lo suficientemente numerosos como para permitirnos estar seguros, que nuestra reconstrucción es la única posible en cada lugar e instancia. Por lo tanto, presentamos con cierta confianza la tesis principal de nuestra reconstrucción, pero no estamos seguros que sea correcta en cada período, en cada región y en cada unidad cultural.

El entero período paleolítico en Europa, por ejemplo, está representado por no más de un centenar de cráneos documentados y exhibidos, mientras que el mesolítico es representado por un número no mayor. Ciertas muestras neolíticas, especialmente en Egipto, consisten de muchos cientos de cráneos, y lo mismo corre para la edad del bronce y del hierro. Ninguna serie craniológica exhibida, excede el millar de especímenes adultos de un sexo único, a pesar que muchos se acercan bastante a aquella figura.

El material esquelético de humanos y primates homínidos, de los niveles culturales del paleolítico temprano y medio, se derivan de hallazgos fortuitos de huesos fósiles no sepultados. En Europa, el Hombre de Neanderthal enterró primero a sus muertos de modo que esqueletos completos pudieran ser preservados para los antropólogos del futuro. En varios puntos de la historia humana, apareció la cremación, para confundir y descorazonar al historiador racial; la principal moda de esta anticientífica costumbre apareció durante la edad del bronce tardía en Europa, y duró hasta la edad del hierro.

En nuestra era, otra fuerza se ha levantado para prevenir el uso de material esquelético; esta es la práctica de enterrar cuerpos en cementerios cristianos y musulmanes, ambos siendo inviolables de acuerdo a la ética religiosa. Incluso donde no son inviolables, la ausencia de adornos sepulcrales en las tumbas de estos fieles de la religiones reveladas, hacen las excavaciones de los arqueólogos, inútiles. Las únicas colecciones esqueléticas de alguna abundancia en tiempos post-cristianos son las que proceden de las catacumbas o criptas, especialmente en el sur de Alemania, Austria, y en ciertas catedrales inglesas.

Sobre la base estadística nuestro material esquelético está en una posición fronteriza. Unas pocas series son los suficientemente grandes para permitir el ejericicio de todas las constantes estadísticas de la escuela biométrica moderna; la mayoría, sin embargo, son tan restringidos en su número que un simple cálculo de medios, una simple determinación de variabilidad y homogeneidad, y una comparación y discusión informal, son las únicas técnicas que parecen justificadas22. Una mecanización así de grande haría demasiado inflexibles las series y destruiría mucho de su valor interpretativo. Para corregir esa debilidad estadística, su uso como material de contexto para los horizontes culturales y cronológicos, le proveen de un cierto fortalecimiento. Unas series, pequeñas sin embargo, nos hablan de lo existente, pero no nos dicen lo que hay adicionalmente, y lo que falta. El extremo a que pequeñas series pueden ser empleadas en un sentido interpretativo, debe depender de las circunstancias.

El número de criterios medidos en los cráneos usados en esta investigación, van de uno, casi siempre el índice craneal, a los 5.000 de Von Török. En combinación y reclasificando estas series, no he puesto una regla rígida sobre qué criterio admitir y cuál excluir, sino que he empleado lo que parecía ser un número razonable, con especial énfasis en aquellos que encuentran paralelos en los especímenes vivientes. Por ejemplo, he usualmente aceptado las 3 principales dimensiones de la bóveda craneal - longitud glabelo-occipital, ancho máximo biparietal, y altura basion-bregma; las circunferencias usuales y los arcos de la bóveda craneal; el mínimo y el máximo frontal y los diámetros bizigomáticos; los diámetros biortitales e interorbitales, y la altura y el ancho de las órbitas; el alto y ancho de la nasal óseo, los diámetros palatiales, y del foramen magnum; las alturas del rostro desde el nasión al mentón, y del nasión al alveón; las dimensiones principales de la mandíbula, como el alto del mentón, el ancho del ramus ascendente, y los diámetros bicondilares y bigoniales. En el resto del esqueleto, he usado casi exclusivamente los largos máximos de los huesos mayores, tales como el fémur, tibia, fíbula, húmero, radio y ulna, y casi enteramente por el solo propósito de reconocer estatura, por medio de la fórmula Pearson23.

En otras palabras, he usado lo que pude encontrar, de modo de adquirir la máxima información útil de ello; no me he relacionado con técnicas o rutinas que tenían muy poca incidencia en mi problema. En su totalidad, no he prestado atención a las discrepancias técnicas, causadas por diferencias en metodología de medición; donde ha sido posible, he seguido las técnicas aprobadas por Morant, y donde ha sido posible he hecho concesiones para tales diferencias donde las he detectado. Sin embargo, no creo que las discrepancias técnicas en materiales craniológicos son lo suficientemente importantes como para hacer alguna diferencia perceptible en mis conclusiones, detalladas o generales. El tratamiento del material ha sido hecho de una tan amplia manera, que tales pequeñeces son de poca importancia. La craneología es una ciencia mucho más exacta que la antropometría en seres vivos; cuando lleguemos a los capítulos posteriores, podremos preocuparnos con el asunto de la técnica, pero por el momento es de relativa poca importancia.

Notas:

21 Para un exhaustivo estudio de este sujeto, el lector deberá buscar referencia en el texto estándar de antropología física de Rudolf Martin "Lehrbuch der Anthropologie", 3er volumen., 2ª edición. La actual sección intenta meramente ser una breve aclaración concerniente a algunos de los usos fundamentales de las técnicas osteométricas, así como las fuentes y números de materiales, empleados en el presente estudio.
22 Para una discusión más detallada sobre el uso de las estadísticas en estudiso raciales, ver el Capítulo VIII, sección 2.
23 Ver Martin, "Lehrbuch der Anthropologie", 2ª edición, vol. 2, pp. 1020-1021.